Honduras llora la muerte de don Nico, el papá de David Suazo

Foto CORTESÍA GRUPO OPSA

La última vez que vi a don Nicolás Suazo fue hace tres años, el día en que David anunció que se retiraba del fútbol. Pero toda esa tristeza pareció disiparse unas horas más tarde, cuando la casa del patriarca se llenó de música, comida, chistes, anécdotas y bailes.

“Aquí donde lo ves tan tranquilo, tenía mano pesada con la faja y con la chancleta”, me dijo David, mientras abrazaba a su VIEJO.

Don Nico se reía, y contestaba que era la única manera de mantener el orden en una familia con tantos hijos veloces y traviesos.

Esa noche, el jueves de Semana Santa,  don Nico me animó a echarme unos tragos de guifitti, me sirvió otro plato de chuleta con tajada y se carcajeaba cuando una de sus hijas me sacó a bailar…

Él también bailó un par de canciones románticas con doña Josefina, su esposa. Luego se sentó y se puso a jugar cartas, y cada vez que perdía acusaba, entre risas, de tramposo al ganador.

Era un hombre sencillo. A pesar de todo el amor que sentía por David, casi no viajaba a Italia a visitarlo, y cuando lo hizo, se aburría a los pocos días.

En sus ojos se le notaba el orgullo por los hijos e hijas que tenía, todos ellos personas de bien que no habían cambiado a pesar de la fama, el éxito y el dinero.

Allí contó como esperaba a David en la puerta de la casa, pues éste salía a hacer mandados a la pulpería y se quedaba jugando potra en la calle.

“A David le di su par de chancletazos, pero eso sí: nunca me levantó la voz. Todos mis hijos han sido siempre respetuosos”, me contó.

Al momento de despedirnos me preguntó si no necesitaba ayuda para manejar, pues “Mire que ese guifitti es traicionero”.

Le dije adiós con un abrazo.

Aquel hombre de gorra y anteojos acaba de fallecer en San Pedro Sula en la misma casa donde me recibió hace tres años con una sonrisa y fuerte apretón de manos.

La noticia me ha conmovido profundamente.

Comparto la tristeza con la familia Suazo Velásquez.

Hasta luego, DON NICO…