El fracaso de Albert Elis era algo que se veía venir. Pues a sus 20 años todavía tiene mucho que corregir, especialmente desde el punto de vista técnico, algo indispensable para triunfar en México.
Lo decimos con todo el pesar del mundo, porque si hay algo que uno quiere, eso es que a nuestros jugadores les vaya bien en el extranjero.
No nos gusta ver que sus ilusiones se evaporan rápidamente y luego regresan a Honduras con la etiqueta de fracasados.
Los equipos de la Liga Nacional quieren exportar a muchachitos que apenas juegan un torneíto mediocre de veintidós partidos, sin importarles que no están preparados.
En la actualidad, el único legionario que ha sacado la cara por Honduras es Brayan Beckeles con Necaxa. Escalones abajo están Boniek García (Houston) y Andy Najar (Anderlecht), Roger Espinoza (Kansas City).
Después paremos de contar.
Emilio, un días sí, otras semanas no, mientras que otros se fueron a ligas sin prestigio como la de Irán, con la esperanza de saltar de allí a ligas más competitivas.
El jugador hondureño debe tomarse las cosas con calma. No desesperarse. Crecer como futbolista y como ser humano, madurar.
De poco sirve esos apodos de PANTERITA, si todavía hay cosas por pulir. Elis recibió oportunidades pero no logró convencer. Esperamos que Rommel Quioto, que al parecer será el próximo en salir, no pase por lo mismo.
Atrás, muy atrás, quedaron los tiempos de David Suazo, Carlos Pavón, Amado Guevara, Maynor Figueroa, Rambo de León, Wilson Palacios y Eduardo Benneth, entre otros, que triunfaron en el extranjero.
Ojalá vuelvan esas épocas. Ojalá.