Esta es una pregunta muy frecuente y, en teoría, cada persona le gustaría ser enterrada en su país de nacimiento, pero no siempre es así. Francisco Morazán nació en la ciudad de Tegucigalpa el 3 de octubre de 1792 y murió fusilado el 15 de septiembre de 1842.
Para el paladín centroamericano, su deseo era que sus restos fueran enterrados en El Salvador, así se lo hizo saber a muchas personas, especialmente a su hijo de 14 años, Francisco, quien le ayudó a redactar el testamento con unas palabras que deberían conocerse por parte de todos los hondureños.
Morazán fue fusilado junto al General Vicente Villaseñor en San José, y, según relatos orales desde Costa Rica, ambos fueron enterrados en la misma fosa. Trascurrieron seis años para que El Salvador hiciera la solicitud al país tico para repatriar el cuerpo del hondureño, en cumplimiento a su deseo.
Costa Rica aceptó la petición, pero pidió a cambio algunos cuerpos que estaban enterrados en el país salvadoreño. Fue así como vía marítima llegaron los restos hasta la nación cuscatleca, en donde se hizo un mausoleo para tener sus restos y, de paso, se inauguró el Cementerio de los Ilustres en San Salvador.
Curiosamente, en 1863 hubo una guerra entre El Salvador y Guatemala. Guatemaltecos invadieron San Salvador y destruyeron el mausoleo. Un relato de los sucesos explica que “sacaron violentamente el cuerpo del General y lo despedazaron y regaron sus restos por el suelo”, según apunta la página República Federal de Centroamérica en Facebook.
Fue así como ciudadanos y amigos de la familia Morazán fueron al cementerio a juntar sus huesos y los llevaron a casa hasta que se reconstruyó el mausoleo que actualmente alberga los restos del prócer, del que este 3 de octubre se recuerda su 243 aniversario de su nacimiento.