Si por algo recordaremos el 2020 aparte de la llegada de la pandemia, también será por el paso de los huracanes Eta e Iota que afectaron a nuestro país, sobre todo a la zona norte de Honduras, en donde miles de compatriotas perdieron todo lo que tenían.
Hace exactamente un año, nuestros hermanos estaban viviendo una verdadera pesadilla, el 4 de noviembre Eta tocaba suelo hondureño, y luego de unas horas se convirtió en tormenta tropical, para finalmente pasar a ser una depresión, sin embargo, los daños fueron severos.
Todavía estábamos asimilando lo que acababa de ocurrir, cuando Iota llegó y causó desastres en distintas áreas de Centroamérica, y apenas habían transcurrido dos semanas del ciclón anterior.
El pueblo ayudó al pueblo
Hay una frase que dice que las peores tragedias sacan el mejor lado de la humanidad, y es verdad, pues en medio de la tragedia, las personas se volcaron a ayudar a todos los afectados. Se trasladaron hacia las ciudades perjudicadas y no dudaron en arriesgarse con tal de salvar la vida de otros, tomando en cuenta que también estábamos en una situación crítica por el COVID-19.
Muchos alquilaron lanchas para poder rescatar a aquellos que habían pasado horas sobre los techos de sus casas producto de las inundaciones, otros que quizá no podían ir, ayudaron desde sus localidades recolectando víveres, ropa o hasta poniendo a la disposición sus cuentas bancarias para poder conseguir algo de dinero.
Los integrantes del cuerpo de bomberos fueron unos verdaderos héroes sin capa. Recordemos a aquel joven de 19 años que salvó a toda una familia cruzando el río embravecido de Santa Bárbara o a don Roberto Rodríguez (QDDG), el retirado bombero de 80 años que se unió al rescate de personas en el Valle de Sula.
Tampoco dejemos de recordar a aquellas personas que se arriesgaron con tal de salvarle la vida a los angelitos de cuatro patas que se encontraban atrapados en medio de los escombros y las fuertes lluvias.
Semanas después de la tragedia, la gente se organizó para limpiar las zonas, sacar el lodo y quitar los escombros para comenzar de cero a construir una nueva historia. Las manos de ayuda no faltaron, y aunque hasta el día de hoy muchas personas no han podido recuperarse del todo, de alguna u otra forma han sentido el apoyo de los hondureños.
No hay duda del gran corazón que la gente tiene en nuestro país, cuando de ayudar a otro compatriota se trata, sin importar las circunstancias, si tenemos mucho o poco. Los actos hablaron por si solos y quedó demostrado que cuando nos lo proponemos, juntos se puede salir de cualquier adversidad.