Suena la alarma, son las 5:15 de la mañana del lunes 27 de enero del 2020, te levantas, te cepillas los dientes y luego te bañas, te cambias para después desayunar e ir rumbo a la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH), es el primer día de clases de un nuevo periodo académico, del primero del año.
Llegas a la estación de buses y el rapidito, Cerro Grande – UNAH – La Sosa, va más lleno que lata de sardinas, pero vos te subís porque es parte “del vive”, del diario vivir de la capital, el chofer lleva en la radio el «Playero 37» y te das cuenta de que posiblemente vas a llegar al campus ubicado a las cercanías de la colonia Suyapa en menos de 15 minutos.
Increíblemente llegas media hora antes de lo estipulado al bulevar Suyapa, te bajas del transporte público y el puente peatonal se ve como una procesión, muchos estudiantes van con sus mochilas llenas de sueños como vos, porque desean salir adelante, ser lo mejor para la familia y para el país. El guardia en la entrada te solicita el carnet para ingresar, el cual no recordabas haber guardado en el bolso, pero le muestras la Forma 03 para validar que eres un estudiante, un puma.
Entras a la «Harvard de Honduras», como cariñosamente le llaman sus estudiantes y egresados, tienes que llegar al Edificio F1, pero sientes que tienes tiempo de comer un pan con frijoles y un juguito, porque todavía quedaste con hambre, por lo que decides cambiar de dirección, y pasar por Hollywood, donde muchos llegan con los estrenos del pasado mes de diciembre (es un secreto, no le vayan a contar nadie).
El olor a café invade tu nariz, pero tu destino se encuentra más allá del montón de estudiantes que se congregan afuera de la Biblioteca para agarrar WiFi en su celular y ponerse en contacto con sus aleros, para verse una vez más. Cruzas el parquecito que se encuentra cerca del Edificio C1, ves a varios ahí platicando y jugando a escondidas de los guardias juegos del azar; finalmente llegas a tu destino, donde don Tito.
Te preguntan qué deseas y pides «un periodista» y un jugo de naranja, te sientas y ves a las decenas de estudiantes que pasan rumbo al Edificio B2, disfrutas de aquel pan tan delicioso, ves el reloj y te das cuenta de que ya son las 7:00 am, debes ir al aula. Te vas hacia el Edificio F1 y ahí vuelves a ver a tus compas, y hablan sobre la clase que no querían llevar con ese licenciado, pero que por fuerza tenían que sacar para avanzar con la carrera.
Así avanza la mañana, le haces la clásica broma al de primer ingreso, diciéndole que el Edificio D1 queda allá por el Polideportivo. Cerca de las 11:00, ves que empiezan a arrastrar los pupitres de los edificios, unos chavos con capuchas reclaman sus derechos y piden la solución de los principales problemas que atraviesa nuestra Honduras. Se toman el F1, D1, C1, C2, C3, J1, A1, A2 y el B2, todos agarran con dirección a la entrada peatonal.
Allá comienzan a poner piedras en la calle, obstaculizando el tráfico vehicular, donde más de algún conductor, reclama y lo hace utilizando el idioma francés (saludando a la mamá), minutos después comienza a llegar una tanqueta, con al menos 400 efectivos policiales y militares, para desalojar la vía.
Mientras comienza la caliente entre militares y universitarios, muchos estudiantes aprovechan a comprar las famosas baleadas que venden afuera de las instalaciones de la universidad, antes que las señoras se vayan por todo lo que se avecina
El gas lacrimógeno comienza a verse en el paisaje, a sentirse en el aire y así comienza el primer día de clases, aún no hay COVID-19, aún no crees que el virus te dejará sin ir un año a la U, así eran tus días perfectos dentro de Ciudad Universitaria…