La Concordia es un parque que vive en el corazón de los hondureños que, antes de 1998, disfrutaron de la belleza que representaba para la ciudad de Tegucigalpa, contando con espacio único en Honduras, en cuanto a parques se refiere, pero que, desde el paso del Huracán Mitch, quedó en el abandono y en el olvido.
Más de 22 años han pasado y La Concordia sigue dándonos de qué hablar, como buscando nuevamente cautivar a quienes los visitaban para que vuelvan a él y para que las autoridades se acuerden de darle la vida que una vez tuvo. ¿Alguna vez te diste cuenta de que hay unas lápidas en el parque? Seguramente no y nosotros tampoco lo habíamos notado, hasta que, don Armando Muñoz, nos mostró dónde estaban.
Las lápidas están ubicadas donde una vez funcionó un estanque, en el que vivían muchas tortugas, quizás por ese hecho, había pasado desapercibidas por los visitantes, debido a que estaban bajo el agua, siendo difícil de observar. En un principio tuvimos complicaciones para comprender lo que tenía escrito, entendimos que se trataba de alguien que se llamó Luis Zúniga, por esa razón decidimos buscar ayuda de un experto.
La historiadora Noelia Fino de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH) atendió nuestro llamado y se mostró sorprendida por tal descubrimiento, debido a que ni ella ni alguno de sus conocidos sabía de la existencia del mismo. Fue ella quien nos ayudó a descifrar cada letra, cada número que compone cada tumba.
La especialista en historia sacó sus conocimientos para descifrar el mensaje, teniendo la primera lápida la siguiente inscripción (se corrigieron errores ortográficos): «Luis Zúniga murió el 15 de abril de 1924». Un hallazgo sorprendente para todo el equipo y para la licenciada, que muy alegre se mostró al presenciar la existencia de estas tumbas.
Yéndonos atrás en el tiempo, este entierro se debió realizar para cuando el lugar era conocido como Parque Bográn, por consecuente, cuando se comenzó la construcción del Parque La Concordia en 1935, los trabajadores, arquitectos e ingenieros debieron notar la presencia de las tumbas y que, extrañamente, decidieron respetar ese espacio santo.
En cuanto a la segunda lápida, tiene escrito nada más dos letras iniciales: «A. L. 2 – 7 – 1924». Otro descubrimiento curioso, porque las tumbas eran del mismo año, pero no del mismo mes y día; el siete hace referencia al séptimo mes del año, o sea, julio. A diferencia del sepulcro anterior, este tiene la cruz en el centro y de forma grande, mientras que el primero, lo tiene en la esquina superior izquierda.
La historiadora manifestó que era más que seguro que las tumbas fueron hechas desde mucho antes del tiempo de Tiburcio Carías Andino. «En los tiempos de Carías ya no eran enterradas personas en sitios públicos, por eso me llama la atención estos dos que tenemos acá», manifestó y añadió que generalmente en el siglo XIX había sepulturas que se hacían en lugares públicos, pero en el siglo XX ya se había dejado de desarrollar esa práctica.
Seguramente muchas personas habían visto los pequeños cuadros, pero creyeron que se era parte de la decoración del lugar, parte del pequeño estanque. Noelia nos mencionó que ninguno de sus colegas se percató anteriormente de esta rareza y por eso no hay registros de estas dos tumbas.
Una vez más, La Concordia nos mostró algo nuevo, una nueva historia para contar a muchas generaciones, el insigne parque con decoraciones mayas, que con el abandono en el que se encuentra, sigue siendo visitado por personas que en su niñez lo disfrutaron a más no poder. Para encontrar las tumbas, nada más debes dirigirte al sector norte del parque, a donde era el estanque en que vivían las tortugas. La próxima semana, espera nuestro reportaje con la historia del que fue el mejor parque que tuvo la capital.