La estatua ecuestre de Francisco Morazán ubicada en el Parque Central de Tegucigalpa, fue elaborada por Leopold Morice en 1883, durante el gobierno de Marco Aurelio Soto y Ramón Rosa, desde entonces, varios políticos y gobiernos utilizaron el espacio para legitimar sus figuras, actos parecidos a los que se desarrollan en el Estadio Nacional para la toma de posesión.
Pero aquellos años en los que la escultura lucía impecable, han quedado en el recuerdo de algunos, en varias fotografías a blanco y negro y algunas pocas fotos a colores, debido al total abandono en que se encuentra. A las puertas del bicentenario, el prócer insigne que luchó por la independencia y quien es el hombre más respetado en toda Centro América, en su casa, su lugar de nacimiento, su escultura más sobresaliente, está en total abandono.
«En la actualidad, los simbolismos en torno a las esculturas levantadas durante el siglo XX han entrado en procesos resignificación, como parte del desgaste sistemático de los valores de la modernidad. En este sentido, la escultura se encuentra en el abandono por parte de las élites políticas, puesto que ya no obtienen de parte de ella los beneficios simbólicos que antes se obtenían», nos explicó la historiadora, Noelia Fino, al referirse al estado actual de donde yace Morazán montado a caballo.
De a poco, personas que se ven obligadas a buscar algunos ingresos para llevar comidas a sus hogares, hurtan piezas de la obra, como se visualiza en la plancha donde antes decía «A FRANCISCO MORAZÁN. LA PATRIA», ha perdido dos letras y en su parte frontal, desapareció el Escudo de Armas de la República desde 2014, además de las pequeñas espadas que resaltaban desde la placa donde se hizo la representación de la Batalla de La Trinidad.
Y por si fuera poco, la escultura se encuentra llena de excremento de las palomas que se posan encima de la obra y rondan sobre el parque, evidenciando la falta de mantenimiento que tiene esta. Un hondureño quiso brindar su opinión al respecto, su nombre es Rigoberto Maradiaga, originario de San Marcos Colón, Choluteca, se encontraba en ese instante descansado cerca del monumento, antes de ir a hacer unas diligencias y después retornar a su tierra natal.
«Está en un completo abandono, deteriorada totalmente, así también está el lugar donde fue la Batalla de La Trinidad, todo está así, no sé qué nos pasa. Hacemos todo lo contrario de El Salvador, allá la estatua de Morazán es una de las más bellas a nivel latinoamericano», manifestó con indignación.
Para constatar el hecho que nos planteaba el hombre del sur del país, nos trasladamos hacia donde Francisco Morazán tuvo su batalla más recordada, en el Valle de La Trinidad en el año de 1827. El sitio se encuentra a 36 kilómetros de Tegucigalpa yendo por la carretera que se dirige al sur del país, ahí, desde lo lejos se logra visualizar al paladín centroamericano, levantando su espada desde lo alto de un altar hecho en forma de arco.
Y como Rigoberto Maradiaga lo contó, así pasó, el terreno donde se encuentra la escultura está desértico, solo y lleno de restos de botellas, churros y vasos plásticos de personas que visitaron el sitio y que aún no comprenden lo dañino que es para el ambiente el arrojar basura en la calle. Las gradas que suben al donde yace la figura también se encuentran dañadas y apenas dos postes de alumbrado público fingen iluminar el histórico lugar.
«A pesar de que la imagen ha sido olvidada por algunos sectores, vale la pena pensar que existen movimientos sociales que han reivindicado la imagen y la han resignificado desde sus luchas. Precisamente porque las obras artísticas, sobre todo las públicas, son sumamente dinámicas», agregó el historiador, Julio Méndez.
Aún estamos a tiempo de hacer que todas las esculturas de Morazán se vean pulcras y en buen estado para el próximo mes de septiembre, tiempo en que celebramos las fiestas patrias. El llamado queda a las instituciones y organizaciones del Estado que tienen como función el velar por el cuidado del patrimonio histórico de nuestro país.
Agradecimientos especiales a los historiadores Julio Méndez y Noelia Fino por la información histórica.