¡Doña Chuy! ¡Tía Chuy! ¡Mami Chuy! y hay quienes pueden llamarle solo Chuy, o, María de Manuela de Jesús, como realmente se llama. Para quienes no la conocen, ella es quien desde hace 50 años vende baleadas frente a la canchita del Guanacaste, sí, al otro lado del árbol.
Qué mejor forma de terminar la #SemanaDeLaBaleada contándoles la historia de Tía Chuy, nos comentó cómo estaba por celebrar los 50 años de vender en ese punto tan famoso de la capital, pero debido a la pandemia lo hizo cocinando baleadas para su familia, cuidando de su madre que ha estado un poco afectada de salud, ya que hasta hace poco su comal empezó a estar disponible para quienes transitan por esa zona.
En un horario diferente, porque quienes la conocemos íbamos saliendo de “la pijineada” por unas buenas baleadas, no les podría decir exactamente a qué hora empezaba porque siempre llegábamos después de las 2 am. Ahora las cosas han cambiado, Tía Chuy cuenta que su jornada inicia ahora a las 9 de la mañana y para cuando cae el sol a guardar todo y de camino a casa.
Temprano un día en la mañana decidimos visitar a Doña Chuy con un amigo, al que reconoció de inmediato, (y dice que no le gusta la calle), degustamos de unas buenas baleaditas celebrando la #SemanaDeLaBaleada iniciativa de Marca Honduras y sus aliados, ella con gusto compartió con nosotros unas cuantas historias… (No pueden comérselas sin la salsa especial)
Miren cómo empieza esta historia… Cuenta Tía Chuy que empezó a vender baleadas un día porque su primer hijo estaba enfermo, necesitaba comprar medicamentos y puso manos a la obra, literal, su madre la mandó para esa esquina y empezó a vender baleadas, desde hace 50 años eso no ha cambiado.
Cuenta que “cada baleada la vendía a dos lempiras, empecé haciendo 3 libras de harina, después sumé una más, hasta que hacía 6 libras, y así…”, desde que empezó a vender siempre lo había hecho de noche, hasta ahora que cambió debido a la pandemia. Ahora vean cómo termina esta parte de la historia, su hijo trabaja en el campo de la medicina, es anestesista.
Y no solo en Honduras, qué creen… El año pasado tuvo la oportunidad de viajar por unos meses a España, con su hermana fueron a visitar a sus hijas y no solo llevaron los buenos recuerdos, nos mencionó que su hija estaba vendiendo comida y le pidió que le diera la receta de las baleadas.
Después de unos cuantos intentos boleando la masa cuenta Tía Chuy que pudo dominar la harina que se consigue en esa zona “muy bonita porque es bien blanquita, pero un poco dura” contó con una sonrisa que se podía ver aun con su mascarilla mientras le daba vueltas a las baleadas, y ya se imaginan cómo se me hacía agua la boca.
Nos cuenta cómo desde que abrió hace una semana sus clientes más viejos de visitarla, han pasado y le compran unas cuantas baleadas, pero no antes sin que se desinfecten las manos, el nieto de Tía Chuy, Leonel, les puede asistir con eso, él es quien cobra y mantiene el contacto con los clientes, dejándola a ella solo encargada de las baleadas.
Con 6 hijos y 26 nietos, Tía Chuy dice que su tiempo en esa esquina seguirá y espera que uno de sus nietos se haga cargo del puesto cuando ella decida quedarse en casa y a descansar. Que todo lo que estamos pasando debe quedar en manos de Dios. La sonrisa de su rostro no se borra y espera que todos podamos salir adelante de esta.
Sin duda no pudimos encontrar mejor manera de celebrar la #SemanaDeLaBaleada, visitar a Tía Chuy que como en otras muchas ocasiones me preparó dos baleaditas sencillas como ese sabor único.