A continuación compartimos una columna de opinión de un hondureño que vive en España, ¿Qué equipo es?, eso realmente pasa a un segundo plano. Comunicador radial en Girona, German Discua, al igual que muchos hondureños quiere alzar su voz ante el terrible momento que pasa nuestro fútbol.
De todos es sabido la cruda rivalidad que existe entre los dos más importantes clubes de fútbol capitalinos, pero: ¿Por qué la crueldad entre las aficiones?
Personalmente viví el ambiente de la barra entre 1995 y 2005 donde aunque se presentaban incidentes y encontronazos, todos eran simplemente contra los colores exceptuando aislados casos contra la persona, -de los colores hablaré ahora- sin embargo las lamentables noticias de pérdidas de vidas humanas relacionadas con el clásico del fútbol hondureño se hacen tristemente habituales.
En 1998 Motagua se coronaba campeón, sí, el del tiempo extra y gol de Clavasquín ¿Recuerdan?
Aunque yo no pertenecía a ninguna barra me gustaba ir lo más al centro posible del tendido popular, durante ese partido en el que el 95% del estadio estaba ocupado.
La separación de las barras tenía la escalofriante medida del ancho de una cuerda de la que colgaban banderines plásticos para hacerla visible, por que era eso y algunos efectivos policiales que parecían custodiarla los que separaban las dos barras, tan minúscula que en los videos no es posible ver separación entre ellas.
Habían ciertos insultos, eso sí, y se respetaba con señorío el otro lado de la cuerda pero inmediatamente después de cada jugada de peligro las manos se levantaban hacia la barra contraria haciendo el gesto de unir los dedos repetidamente mientras se gritaban unos a otros, miles de manos haciendo esto durante todo el partido… eso, y no más.
Luego llegó el Mitch y se tuvo que unir fuerzas para salir de ese lugar profundo en el que cruelmente hizo alusivo el nombre de nuestro país. -Honduras sigue luchando esa batalla-
Coleccionaba mis entradas a los clásicos cuando llevaba unas 20 las dejé de contar entre otras cosas por que las extravié, durante ese tiempo aunque habían algunos casos de agresiones graves las muertes no era nada común. Nuestro fútbol estaba huérfano de exposición global, (30 años sin asistir a un mundial de fútbol) y los estadios estaban casi siempre llenos.
Nuestra afición al fútbol además de ser tradicional nos aparta de la realidad tan negativa que ofrece nuestro país, es casi una escapatoria a todas las desventajas que se viven dentro de nuestras fronteras, una vía de escape a nuestras desilusiones personales y profesionales, a nuestro desespero por no encontrar soluciones, y a la impotencia de no poder alcanzar nuestros propios sueños.
Es así que estamos donde creemos que si gritamos un poco más fuerte podremos nosotros mismos hacer que algo bueno pase, -Ganar el partido-
Llegabas al estadio, gritabas hasta la disfonía y te ibas a casa permitiéndote pensar únicamente en el partido porque hoy es el fútbol, mañana ya pensaré en lo que de verdad importa.
En Europa no se ven aficiones saltando durante un minuto después de cada gol, la afición de Honduras lo hace.
Nuestro compromiso de aliento se ha hecho tan fuerte con nuestros clubes que vemos al rival como enemigo, nos volvimos ciegos y dejamos de disfrutar del fútbol por intentar convertirlo en pertenencia de nuestro clan, “por que yo soy Olimpia/Motagua hasta la muerte.” y literalmente nos estamos matando por eso. ¿Vale la pena?
Olimpia y Motagua, Leones y Águilas, Blancos y Azules, luchando por bordar una estrellita más en su logotipo. Las directivas deben hacer campaña conjunta de conciencia y dejar claro que ese es el objetivo, conseguir una estrella para el logotipo, entendiendo que Blanco y Azul son precisamente los colores de nuestra bandera y que, aun en la fábula del Águila y el León éstos consiguieron ponerse de acuerdo, pero es que incluso ni en la vida real se tiene registro de que uno de caza al otro.
Se están perdiendo jóvenes vidas que pertenecen a un hogar, donde despiertan por las mañanas con muchas preocupaciones de las cuales no tienen salidas, padres, hermanos, hijos de alguien que verá injusto que la vida de su ser querido fuera arrebatada por una guerra que no tiene un objetivo racional que la valga. No es justo ni para el ajusticiado ni para el justiciero.
Si bien parece utópico, Honduras es un país que debe avanzar en todo, y aunque no existen instrumentos gubernamentales eficaces para evitar que los jóvenes se pierdan en convicciones que les traen muerte, mientras se pueda avanzar en lo que se pueda, bueno fuera poder volver atrás y ver reaparecer en una final esa casi invisible soga que delimitaba nuestras barras sin apenas incidentes.