Cuántas historias se encuentra uno caminando por la vida, conocemos personas con circunstancias tan difíciles que nos hacen pensar dos veces en lo afortunados que somos al tener que comer, qué vestir, donde vivir e incluso muchas veces nos quejamos, sabiendo que por ahí afuera hay personas que agradecería una oportunidad de vida como la nuestra.
En Omoa encontramos de todo un poco; gastronomía, cultura, playa, bosque y personas maravillosas, como lo es Adelina Serrano, una señora de 65 años que vende bisutería en la orilla de la playa, pulseritas con piedras del mar que más tarde vas a querer conservar como un recuerdo de Omoa, y vas a querer comprar más de alguna para llevarle a las personas que querés.
Doña Adelina se acercó a nosotros vendiendo pulseritas de diferentes colores y no dudamos en comprarle al menos una para traernos un recuerdo a casa, así mismo para ayudarla en su día a día, lo que nos tocó el corazón fue escucharla decir:
“Ahora si voy a poder almorzar, hice el día”
A todo esto eran las 4 de la tarde y me cuestioné cómo nuestros ancianos se esfuerzan trabajando, en lugar de estar retirándose y dándose la buena vida, pero no, en Honduras las cosas son un tanto diferentes.
Con una sonrisa nos contó que tenía 6 hijos, 5 mujeres y un varón y que cada día salía a trabajar para poder llevarles algo de comida, o conseguir dinero para mantener en el camino de la supervivencia.
Doña Adelina nos comentó sin quitar la sonrisa de su rostro que le dolían las rodillas porque trabajaba todo el día a lo que le cuestionamos a qué horas se levantaba y con un semblante un poco triste nos dijo que se levantaba de madrugada a lavar ropa para más tarde salir a vender sus pulseras.
Pero a ellos solo los vez aguantarse el peso de la vida y a pesar de todo saben iluminar a otros con su presencia, porque en Honduras vas a encontrar siempre personas trabajadoras, que luchan por sus familias y que no se rinden ni con las dificultades más grandes.
Historias como estas sirven para hacernos un llamado de atención como sociedad, nuestros ancianos no deberían sufrir de hambre y mucho menos caminar largas distancias para conseguir un plato de comida, tendríamos que unirnos como país para erradicar este tipo de situaciones.
Sin embargo, el trabajo es bien recibido por Doña Adelina y la van a ver en las orillas de la playa de Omoa, caminando con sus productos en mano esperando que alguien se acerque a ella y se lleve un recuerdo del mar, de Omoa y de Doña Adelina que siempre estará dispuesta para regalarte un minuto de su tiempo y contarte su historia.
Porque de eso se trata la vida, de aprender de las historias de los demás para saber que todos tenemos una anécdota que nos hace más fuertes.