¿Te ha pasado que mirás a alguien a los ojos y sabes que esconde una gran historia? A mí me pasó con Don Lucio.
“El mundo nos rompe a todos, más después, algunos se vuelven fuertes en los lugares rotos” – Ernest Hemingway
Estoy tratando de encontrar las palabras exactas para expresar lo que esta nota significa para mí, pero solo trataré de contárselas tal y como sucedió. En mi ruta a casa siempre me encontraba con un señor con un rótulo en el que se leía “Se repara calzado” siempre con una sonrisa en el rostro a pesar del abrazador sol que le quemaba la cien, lo pasaba por alto y seguía en mis días de rutina, pero cuando llegaba la tarde y volvía a casa otra vez lo miraba con su semblante siempre amable, sentado en una silla de ruedas.
Hoy me lo volví a encontrar, con su camisa del Marathón, una gorra para taparse del sol y una sombrilla que poco ayuda en la rotonda del bulevar Juan Pablo II. Ahí en ese preciso lugar e instante encontramos a una persona sencilla, humilde, llena de fuego, de esas personas que te cambian la vida con su historia, que al acercarte algo se enciende en tu corazón y solo con verlo te deja una lección de vida.
Ahí te vas a encontrar a don Lucio de 52 años, un señor que arregla zapatos para sobrevivir y pagar el alquiler de su casa, comer al menos una vez al día y lograr uno de sus grandes sueños, recuperar a su pequeña de 14 años que no vive aquí, sino en La Ceiba. Don Lucio perdió sus piernas en un trágico accidente donde un carro lo dejó sin escapatoria, amputándole sus extremidades inmediatamente, pero esto no lo detuvo.
Un día se levantó en el hospital y nada más abrió los ojos llamó a su hijo quien acudió a él inmediatamente. Su hijo se convirtió en su mano derecha, el bastón que necesitaba para seguir adelante, en su hombro para descansar.
Pero la vida no había terminado con don Lucio, pues en esos mismos días donde él tenía que acostumbrarse a una vida sin el caminar diario, también tuvo una pérdida irreparable, su hijo fue asesinado. La muerte de su hijo era el fondo, pero aun así, esto no lo detuvo.
Siguió, siguió y siguió, tratando salir adelante sin pedir la ayuda de nadie, sin querer dar lástima, sino con esa extraordinaria fuerza que siempre lo ha caracterizado. Nos cuenta que cada dinerito que ahorra reparando zapatos lo trata de ahorrar para ayudar a sus hijas y conseguir sus prótesis.
Las prótesis que más anhela para seguir su vida de trabajo como maestro de obra. No se ha quejado en lo absoluto es más nos dice que cada día agradece a Dios por lo que tiene, aunque sea poco.
Vas a encontrar a Lucio Hernández Bustillo, de lunes a sábado de 8 am hasta las 4 pm, ahí en la rotonda del bulevar Juan Pablo II, podés dejar tus zapatos con él y guardar su número telefónico que lo vas a ver en su pequeño rótulo.
Los precios son muy cómodos y te los deja como nuevos. Los domingos los deja para dedicárselo a Dios y agradecerle por lo que sí y por lo que no.
Una señora pasó por la rotonda, se detuvo, importándole poco si paraba el tráfico con tal de darle una ayudita a don Lucio, le dejó una bolsa de zapatos para que el pudiera repararlos y así mismo venderlos.
“Una persona tiene que agarrarse de Dios. Solo Dios me dio la paz y tranquilidad para salir del abismo en el que me sentía tras la pérdida de mi hijo y de mis piernas”
Siempre en su silla de ruedas, tardándose por lo menos una hora de su casa a su “puesto de trabajo”, no se rinde, no se cansa, sigue peleando.
“Los límites los pone la mente, porque yo he visto personas que les falta un brazo y se dejan morir y digo si a mí solo me faltara un brazo cuantas cosas haría para salir adelante”
Les hago un llamado a todos ustedes que nos leen, que se ponen en los zapatos de estas personas, que quieren de este mundo un mejor lugar para vivir, que son las personas que les gustaría encontrarse por la calle, que se despojan de lo suyo para ayudar a los demás, ustedes son el cambio, ustedes pueden ayudarnos en esta ocasión con don Lucio, a conseguirle sus piernas otra vez, ayudarlo a andar por la vida y poder respirar tranquilo mientras trabaja para darle a sus hijas una vida mejor de lo que tienen ahora.
“Vive más sencillamente para que otros puedan sencillamente vivir”
-Mahatma Gandhi