Hace poco sucedió algo que cambió mi manera de ver la vida, de afrontar los problemas que parecían imposibles de sobrellevar, y me lo enseñó una mujer de unos 35-40 años, la cual será anónima para respetar su privacidad.
Unos días atrás estaba decidiendo qué comer para mi almuerzo con mi compañero de trabajo, y por una u otra razón terminamos en la “Kennedy”.
He aprendido de mi madre a tratar de jamás juzgar a una persona, pues no sé su historia, no tengo ni la menor idea que tuvo qué pasar para que su carácter fuese así, independientemente si la persona en cuestión es agradable o no.
Mientras comía una señora trapeaba el piso del lugar, con una sonrisa en el rostro, como si trapear un piso fuera la cosa más interesante del mundo. Como dicen por allí, si vas a hacer tu trabajo, sé el mejor haciendo ese trabajo y ella lo es. Estábamos comiendo con mi compañero y le saludamos al pasar, una cosa llevó a la otra y terminamos escuchando su historia.
Les hablo de una historia que sin duda se va a quedar conmigo hasta que las luces se apaguen. Es una señora que se gana la vida aseando en ese restaurante; nos contó que su historia de vida fue difícil, bastante difícil.
Sufría abusos físicos desde pequeñita y creció así, viendo como su padre golpeaba a su madre y más adelante como su propia pareja la agredía con total frialdad de hasta querer matar a su propio hijo, abusos sexuales de parte de familiares que nadie creía pero que ella sufría en silencio. A una corta edad tuvo que trabajar para mantenerse solita y no molestar en la casa.
“No quería llegar a la casa, prefería trabajar mil horas que llegar a ese lugar”, nos cuenta mientras a nosotros se nos cae el corazón al escuchar lo que esconden las personas.
Un día no soportó más y se liberó de los abusos, comenzó a buscar una mejor vida con sus dos hijas y fue allí cuando Dios le mandó un ángel, su actual esposo. Este hombre le demostró lo que de verdad era amar a una persona. Son 16 años de casados y cada día el amor se hace más fuerte.
“Después de tantos años juntos y de lo buen hombre que fue él conmigo, lo amo cada día más”, dijo.
A mí se me hace un nudo en la garganta al recordar esta anécdota que me demostró que el resultado de una persona depende de su actitud, ella siempre fue positiva y no se dejó vencer por la difícil prueba que aguantó que seguro más de alguno no soportaríamos.
Ahora es una mujer feliz que muestra sus cicatrices como una guerrera, que sabe que no la ha tenido fácil pero que no se queja y sigue adelante porque ir para atrás no es opción. Esta anécdota se quedará con nosotros que la escuchamos, pero queríamos compartirla con ustedes para hacerles ver que es cuestión de luchar, de no rendirse jamás, porque si personas como ella pudieron, no dudemos que nosotros también.
¡Qué alma con la que nos encontramos! Una mujer que había sido abusada física y psicológicamente a lo largo de su vida y que su esencia no había cambiado en lo absoluto, no influyó las cosas malas que le pasaron que fueron muchísimas para ser el alma que es; noble, cariñosa, paciente, amable, respetuosa y un ser humano extraordinario.
Gracias por regalarnos su historia, volveremos a comer esas deliciosas chuletas y a escucharla cómo de feliz es ahora y cómo Dios ha sido bueno con su vida.
Mi consejo es este; no juzguemos a las personas porque la historia que esconden detrás de la dura caminata que ha sido su vida podrían hacernos cambiar inmediatamente de opinión.