Un duelo donde los de casa llenaron el Estadio Nacional y dejaron el pulmón por apoyar a su amado León, sin embargo mi caso era un poquito aparte, pues soy amante de los colores aurinegros.
Según algunos “aficionados” está mal irle a un equipo que no es el de ellos. Me tocó sufrir distintas agresiones verbales de parte de aficionados que no saben cómo disfrutar el fútbol.
Y es que siempre me he preguntado por qué en el país no se puede respetar que otro no piense igual a vos, no viva tus mismos colores, no se deleite con los mismos cánticos.
Es fútbol y la rivalidad es lo que le da vida, no entiendo cómo todavía pueden haber personas que exijan que apoyes a su equipo sí o sí.
Para mí, cuando tenés los colores de una camiseta puesta no significa que de entrada estás odiando, al contrario. Se espera ganar sí, claro que sí, pero jugando limpio como afición, respetando si es una derrota justa y deleitándonos porque al final es un deporte hermoso que merece ser disfrutado de forma limpia.
Merecemos respeto y consideración. Está bien celebrar, gritar y abrazarse, pero también esta muy bien si de paso respetás al que no viste tu misma camiseta.
En lo personal sé que sin duda en este país debemos aprender a ver a nuestro rival como un amigo más y desearle siempre lo mejor, además de no expresarse violentamente ni de manera física ni psicológica.
Aprendamos que es un juego que une personas, no que las separa. Me toca felicitar al finalista y con esto pretendo hacerles ver que el fútbol es el reflejo de la sociedad.