Estoy muy emocionada por escribir este reportaje y compartirles la experiencia que viví en Roatán durante cuatro días en que la isla me atrapó. Se los juro que tengo tanto que contarles que no sabía por dónde comenzar.
Después de pensar y pensar me decidí por Punta Gorda. Quiero empezar con esta comunidad, porque es precisamente aquí donde nos volvemos a encontrar con la vida, con nuestras culturas, nuestros ancestros, nuestros sabores y toda esa gente hermosa que nos rodea.
Punta Gorda es considerada la comunidad en la que nacieron -y viven actualmente-, los Garifunas 1797, manteniendo vivas sus tradiciones y raíces culturales.
Desde que llegamos a ese lugar se respira orgullo y respeto por sus orígenes, una comunidad con casas muy isleñas. Ustedes me dirán “Pero todas las casa de Roatán son de isla”. No, déjeme decirles que están son muy sencillas con hoja de palma seca, unas de tabla y las bases de un soporte más grueso.
La gente se reconoce fácilmente las mujeres llenas de “joyas”, con vestidos llenos de colores que le regresa la vida a cualquier hombre, sus labios con un rojo penetrante, y moviéndose con el vaivén del viento esto es algo nato en ellas.
Los hombres son hombres que demuestran su hombría hasta por los poros, sentándose todas las tardes con un trago de su tradición y ver a todas sus mujeres como se mueven al son del tambor o simple y sencillamente como las mujeres le preparan una deliciosa sopa de coco con machuca (Especie de puré de plátano verde con plátano maduro) esto es un orgasmo al paladar.
Resulta que mis amigos de La Marimba y yo llegamos justo en el momento indicado cuando se iba armar el bailongo, pero no era cualquier baile era el Yancunú es una danza guerrera, con traje y máscaras de mujer, que es bailada únicamente por varones, pero esto no quiere decir que de vez en cuando la baile una mujer.
La historia de esta danza, es que fue creada para sorprender al enemigo y esto fue vistiéndose de mujer con faldas y máscaras, donde la idea fue de Satuyé Chatoilleux y su esposa Barauda donde le dijo: “Toma mis faldas y dame tus pantalones”.
El baile se asemeja a algún animal, con intercomunicación espiritual para dar mayor armonía al canto, al ritmo de los bailarines se mueven los caracolitos que tiene en sus rodillas produciendo sonidos que incitan al baile.
Sin duda alguna ha sido una de mis grandes experiencia en Roatán, con un par de tragos de guifiti, yo también hice el intento de bailar punta, jajajajaja no me salió tan bien pero si la gocé y me conecte con esa vida que muchas veces olvidamos con el ajetreo.
Así que si usted visita Roatán tiene que pasar bailando y encontrándose con la vida en Punta Gorda.
PD: mañana les hablo sobre el guifiti
Fotos: El Fotógrafo
