Me compré unos Nike Cortez… ¡Y esta fue la advertencia que me dieron!

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Llegó la fecha de mi cumpleaños y mi “lujito” eran los benditos NIKE CORTEZ. Los quería, porque me gustaban, porque eran clásicos (amo lo clásico), y por cómodos.

Los que me conocen saben que adoro andar con jeans y tenis.

Me los compré en una tienda del Centro de Tegus y macanudo, parecía cipota con juguete nuevo, me los estrené para un viaje a Comayagua, todo el mundo me los alabó porque en realidad son bonitos.

La segunda vez me los puse para presenciar una obra en el Teatro Manuel Bonilla.

Me fui caminando desde el Midence, pasé la peatonal, me di una vuelta por la concha acústica y todo cheque, vi la obra y me encantó. El problema fue cuando salí del Teatro, se me acercó un muchacho y muy amablemente (léase con un poquito de sarcasmo) me dijo “te podemos confundir con el enemigo”.

“¿Disculpe?”, le dije yo, él me respondió “eso es señal de que no sabés nada de estos tenis”. Le conteste con un NOOO y créanme que se lo dije dudando.

Resulta que estos tenis tienen un GRAN significado en Centroamérica, pero en especial El Salvador y Honduras, pues los usa la alta jerarquía de la pandilla del Barrio 18.

En otras palabras, hay que hacer varias cosas para merecerlos.

Cuando él me explicó todo esto, quedé helada, porque no sabia nada. Si no, nunca me los hubiera comprado y menos exponerme de tal manera.

El muchacho, para cerrar con broche de oro nuestra plática, me dijo que en varias colonias de la capital no duraría ni dos minutos viva.

No me podía quedar con la curiosidad y le pregunte cuáles.

El Pedregal.

La Vega.

La Alemán.

3 de Mayo.

Torocagua.

Los Profesores.

Calpules.

La Peña.

La Kennedy (segunda entrada).

La Fuente.

El Hato.

Mi cara era un poema, porque no solo andaba llamando a la muerte con esos tenis, sino que además me comprobé  el poder de las maras en varios barrios y colonias.

La vida de un ser humano en Honduras puede correr peligro si andás con unos Nike Cortez en el lugar equivocado.