Perdón por el titular, Poeta. Claro que nos importa su muerte. Nos duele. Los hondureños no lo sabemos, pero hoy perdemos a un hijo excepcional.
La muerte de un poeta en Honduras vale menos que una canción de Bad Bunny, un vídeo de Maluma o el pelo pintado de verde de un payaso que se hace llamar artista que anduvo el fin de semana en Tegucigalpa.
¡Qué triste! Nos creemos un pueblo vivo, ingenioso, brillante, porque escribimos dos párrafos llenos de errores de ortografía en Facebook. ¡Aplausos!
Por eso no es de extrañar que la muerte del Poeta Amado -acaecida ayer en Comayagua-, pase desapercibida.
“Fue un hombre transparente, combativo, amoroso. Lo que escribió fue vivencial”, lo recuerdan sus amigos.
Tenía 87 años. He aquí dos de sus poemas. Si no lo leímos cuando estaba vivo, tal vez hoy, como un beso de despedida.
HONDURAS
Sobre esta Honduras de fusil y caza,
de asfixiado color y amarga vena,
se oye gemir el mapa de la pena
que en murallas de sal se despedaza.
Bajo esta Honduras de metal y maza,
de enterrado perfil – laurel y arena-
como un tumulto de cuchillos suena
la atormentada sangre de la raza.
Pero otra Honduras de potente aurora,
decidida y total y vengadora
alza la frente perseguida y bella.
Porque una tropa juvenil se agita
bajo su cielo y en su voz gravita
el porvenir, fundado en una estrella.
SOLO LA NOSTALGIA
Tu cuerpo virgen es para mí sólo la nostalgia,
Sólo la orilla perdida, silenciosamente escapada
De la punta de mis dedos.
Todo un año
Pasé soñando inútilmente en tu delgada y ebria
Cintura de muchacha,
En tu rostro de niña iluminado por la estrella
Del amanecer.
Nada tengo de ti,
sino esta tristeza caída en mí pecho
Como un pájaro helado.
Te evades de mis ojos, de mis manos,
pero no de mis pensamientos
Embellecidos por la claridad de tu sonrisa apagada.
De noche, cuando quedo a solas,
No importa si a mi lado se mueven criaturas o permanecen
Inmóviles,
Tú vienes con tus pequeñas botas, con tus guantes,
Con tu abrigo de invierno hasta mi pobre rincón
Solitario.
En tu gorro de suavísima piel relucen cristales
De nieve y tus labios no me niegan su alegría.
Sonríes mientras apoyas la dorada cabeza sobre
Mi hombro
Igual que cuando allá lejos, tan lejos, en nuestra
Única tarde de amor,
Nos besamos.