Pror RAMÓN LÓPEZ P.
Como era de esperarse, la jerarquía de la iglesia Católica guarda un sospechoso silencio en relación a la denuncia de cincuenta seminarista que destaparon las cochinadas que se dan en el Seminario Mayor de Tegucigalpa.
Para el cardenal Rodríguez, el hecho que haya acoso sexual, orgías y ordenación de sacerdotes gays es una cuestión de chisme.
The National Catholic Register publicó un artículo en el que los seminaristas en Honduras protestaron contra lo que dicen es un patrón extendido y arraigado de práctica homosexual en el Seminario Mayor de Tegucigalpa.
En una carta escrita a los formadores del seminario que posteriormente se distribuyó en junio a los obispos católicos del país, los seminaristas afirmaron que existe “evidencia irrefutable” de que una red homosexual está impregnada en la institución y está siendo protegida por su rector.
“Los seminaristas heterosexuales están escandalizados y realmente deprimidos”, dijo uno de los seminaristas que redactó la carta al Registro. “Muchos están pensando en dejar el seminario”, dijo el seminarista, que habló bajo condición de anonimato por temor a represalias. “Me temo que muchos se irán”. Las inquietantes acusaciones hondureñas tienen particular resonancia en los Estados Unidos porque se hacen eco de algunos aspectos clave del actual escándalo en la Iglesia en los Estados Unidos, en torno a presuntos abusos sexuales por parte del cardenal Theodore McCarrick, arzobispo emérito de Washington.
Los obispos hondureños ya días saben de la situación, pero se han callado ante una situación de depravación que nada tiene que ver con el Evangelio.
¿Y no son los obispos los que pasan repitiendo en el púlpito que “La verdad nos hará libre”. Pues comiencen a revelar lo que sucede.
Según The National Catholic Register “El obispo auxiliar José Juan Pineda Fasquelle de Tegucigalpa ha sido acusado de participar en interacciones homosexuales con seminaristas de Tegucigulpa. Y, justo cuando las revelaciones sobre el Cardenal McCarrick han provocado preguntas preocupantes sobre lo que sabían su hermano Estados Unidos y el Vaticano sobre sus interacciones con los seminaristas y sobre por qué nada se divulgó públicamente durante tanto tiempo, las acusaciones hondureñas cuestionan las acciones del Cardenal Oscar Rodríguez Maradiaga de Tegucigalpa”.
¡Cómo juegan con la fe de millones de hondureños que ven en la iglesia Católica un lugar de paz y esperanza! Pero, en lugar de eso, el cardenal Rodr´´iguez