Acá cerca, del otro lado de la frontera, la sangre corre por las calles de Nicaragua. Lo que empezó como una pretensión de realizar las reformas al seguro social (un aumento a la cuota que deben pagar los trabajadores y una reducción a las pensiones y jubilaciones), encendió la llama de la ira del pueblo.
Históricamente, la clase política hondureña ha jugado con la paciencia del pueblo. Pero las cosas ya no son como antes.
No, no aprendimos de las lecciones que nos dejó el 2009 con el golpe militar que sacó del poder a Mel Zelaya, quien, para más señas, era el presidente constitucional.
El tema de la reelección también dividió al país. Lo mismo ocurrió con las elecciones generales, en las que la oposición argumentó fraude. Argumento que, por cierto, comparte un amplio sector de la sociedad.
Tito Asfura tocó arbitrariamente el bolsillo de los capitalinos y sus bonos se fueron en picada. La impopular medida provocó el malestar de la ciudadanía.
Hoy, gobierno y el sector transporte no se ponen de acuerdo, lo que ha provocado una crisis que podría meternos en una espiral de violencia.
Como se sabe, el impuesto al combustible es un reglón importante en el presupuesto del país, pero, al verse tantos escándalos de saqueos (Seguro Social, Pandora, por mencionar sólo dos), es difícil no llegar a la conclusión que buena parte de nuestros impuestos se esfuman. Se los roban. Se los reparten.
Pero también es cierto que el servicio que presta el transporte es pésimo, con muchos criminales del volante que provocan tragedias.
Son chatarras-ataúdes rodantes en los que el pueblo viaja en condiciones inhumanas e indignas.
Los usuarios son maltratados a diarios por conductores y cobradores sin que sus patrones hagan algo.
Igual es verdad que no se cumple con el servicio de noche, pero, en descargo de los transportistas debemos decir que de noche serían presas fáciles de los delincuentes. Si de por sí de día…
Ambas partes tienen argumentos a favor; pero ambas partes también tienen muchos errores que corregir.
No es el momento de jugar al gato y al ratón, ni de estrategias bobas de niños caprichosos. O arreglan esto en base al diálogo y a la sensatez, o corremos el peligro de incendiarnos como país.
Sean inteligentes.