César Román Valladares, uno de los mejores artistas del país, acaba de sorprender una vez más con dos obras impresionantes.
Se trata de dos pinturas: una del prócer José Cecilio del Valle y otra del reformador Ramón Rosa.
Ambas obras fueron realizadas con acrílico sobre lienzo, con una combinación de las técnicas del pouring, veladuras, claro obscuro y caligrafía.
Sus dimensiones son de 2.5 metros de ancho x 1.75 metros de alto. Fueron develadas en el edificio de la secretaría de Coordinación General de Gobierno.
La de Valle representa una alegoría al más insigne documento redactado por el “El Sabio”: el Acta de Independencia de Centroamérica.
En el cuadro, las cinco antiguas provincias centroamericanas están representadas por doncellas que encarnan la virtud, la justicia, la educación, la dignidad y la libertad.
Asimismo, se observa en la obra el Palacio Nacional de Guatemala.
Igualmente la obra representa la permanente presencia del Acta de Independencia, con sus sellos reales y una rosa náutica que indica la ubicación del istmo centroamericano en el mapa.
El vuelo de la guara roja simboliza la altura que alcanzó el pensamiento de Valle y su viaje a través de las fronteras patrias.
La segunda pintura destaca la imponente figura histórica de uno de los más relevantes intelectuales de la sociedad hondureña, Ramón Rosa, político, abogado, periodista, diplomático, escritor y, sobre todo, un gran promotor de la cultura y la literatura.
En la obra se observa la calle de acceso a la antigua Casa Presidencial, ubicada en aquel momento en el sitio donde hoy se erige el edificio del Palacio Legislativo, lugar desde donde, junto a su primo Marco Aurelio Soto, Ramón Rosa impulsó la Reforma Liberal, en 1876.
El gesto pensativo del prócer refleja que fue un hombre reflexivo, analítico y visionario, con la firme convicción de que las sociedades deben ser gobernadas por las ideas y la razón y no por la imposición autocrática.
La pintura proyecta además la admiración de Rosa por su mentor José Milla y Vidaurre, cuyo retrato reposa sobre su escritorio.
Porque no sólo de fútbol vive el hombre…