Dele un micrófono a una vaca -con el perdón de las vacas-, y lo verá “lucirse” atropellando a la ética, sin respeto por los demás y su dolor, sin empatía por nadie.
Lo escuchará carcajearse como penco, aplaudirá su propias vulgaridades, y, que esto no nos sorprenda, será premiado por las autoridades en homenaje a su “creatividad”.
¡Vivan los nacos convertidos en seudos periodistas!
He aquí el último ejemplo de las hazañas de esta horda de salvajes que impunemente -y ante la cobardía y complacencia de los encargados de poner orden-, se le van encima con sus preguntas chabacanas y le pone el micrófono en la cara.
Esto NO es periodismo. Es basura.