Una visita a la Nueva Capital de Tegucigalpa me abrió los ojos

Los viajes sin duda alguna nos cambian la vida, nos enseñan cosas maravillosas, nos dan lecciones, nos ponen la piel de gallina y muchos de ellos nos ponen los pies en la tierra, tal y como mi viaje a la colonia Nueva Capital.

Es mentira que todos los que viven en esa colonia son gente de mala vida que le gusta el dinero fácil. Conocí personas que hacen milagros para sobrevivir, para salir adelante, trabajan honradamente y van a la iglesia cada domingo para agradecer a Dios por todas las bendiciones que reciben.

Son casas que apenas están terminadas, se ven agujeros en las paredes; las que son de concreto, las casas de madera seguramente por las noches el viento y el frio se clavan en la piel como cuchillos.

La falta de oportunidades no los detiene, son genios, locos y con unas ideas que seguramente darán de qué hablar cuando tengan sus negocios.

Son personas que se capacitan, se ofrecen como voluntarios, contestan un buenos días, ofrecen comida sin haberla pedido, la cortesía y la amabilidad están a la orden del día.

Conocí a una persona que por 850 Lempiras al año no puede continuar con sus estudios, pero no se rinde y seguramente esa bendición llegará a su vida y lo hará una mejor persona, preparada y emprendedora.

El viaje de hoy me enseñó que debo agradecer a Dios cada momento de vida con mi esposa, hijos, amigos y mi familia, agradecer por el trabajo, por mi casa y por todo lo que me facilita el día a día. Me di cuenta que mis problemas, quejas y molestias son nada comparado con los de estas personas que van a la batalla a diario para poner comida a su mesa.

Y no es que hasta hoy tomo conciencia de todo esto, simplemente no lo había tenido tan cerca.

Es doloroso y los que tenemos la oportunidad de cambiar vidas, es momento de hacerlo, sea quien sea. Sin importar raza, sexo, política, religión y equipo de fútbol porque eso también representa un problema.