POR: Gerardo Torres Zelaya.
GIGI:
Tendrá suerte está generación que ya vio un Alemania 7 Brasil 1, que conoció un Messi, un Zidane y a Ronaldo (el gordito, no el otro) que ha visto campeonizar a todos los grandes excepto a la Albiceleste. Que vio a Italia campeón de la mano del mejor de todos los tiempos en su posición.
Al mejor portero que se ha visto y verá en toda la eternidad y en todo el universo. Un tipo humilde que jugó cinco mundiales y lo ganó todo. Pero todo. Que no tiene cuentas pendientes con nadie, que es de los poquísimos seres humanos con superávit de victorias.
Sin embargo hoy todo se le olvidó a Gigi. Hoy salió de la cancha sin nada, sólo un profundo dolor en el pecho. Sobreviviente de mil batallas tenía que morirse en un campo de fútbol. Y ahí se murió y se recogió a si mismo y se lloró. Hoy para él lo perdió todo, hoy se rebalso la Torre italiana y nos ahogó a todos.
Gigi hoy se retira sintiendo que lo perdió todo. Aunque para nosotros incluso esto es una victoria.
Una victoria a nuestra condición humana.
Por qué resulta que uno de nuestros héroes favoritos era un tipo más, no un dios perfecto, si no un loco igual que nosotros que llora como un niño cuando pierde en la cancha.
Que nos enseñó que más allá del complejo a los 40 años se puede llorar con la misma fuerza con la que se llora un torneo inter escolar que se nos escapa de las manos en el último minuto.
Que no importa que nos digan todo lo que hemos ganado, que no importa el consuelo o el regaño de los grandes. Lloramos con toda el alma, por qué venimos de jugar con toda el alma.