Es muy difícil ver tanta muerte violenta en el país y que a gran mayoría de esos crímenes queden en total impunidad, en el olvido y siendo un expediente olvidado por el tiempo.
Molesta un poco más la indiferencia, la frialdad de una sociedad que en lugar de tenderse la mano; justifica y acusa con la solidez de un algodón en el agua. Carentes de principios, llenos de culpas y sobre todo pecados. Nadie está exento y todos somos excesivamente pecadores.
El hecho de ir cada día a golpearnos el pecho a un altar no significa absolutamente nada, no los hace mejores personas, ni les da autoridad para juzgar a nadie.
Es difícil creer que en lugar de ponernos un momento del lado de la víctima, nos ponemos del lado de los malhechores que no tienen ningún tipo de respeto por la vida, la ley o la autoridad.
Esos comentarios: “Lo mataron porque andaba en algo”, “Vendía algo y lo palmaron por eso”, “No andaba en buenos pasos, por eso lo quebraron”. Todas esas justificaciones baratas no tienen ningún fundamento. Perdimos los valores y la empatía con los demás.
No cabe duda que la inoperancia de las autoridades y la inmensa impunidad han contribuido a que nos volvamos tontos y que las muertes violentas nos den igual.
La sociedad está en decadencia y hay que tratar de cambiarlo todo. Se nos está yendo el país de las manos, hay que hacer algo antes que sea demasiado tarde.