En Honduras hay miles de casos como el de Gerardo López. Vale la pena leer este reportaje publicado por UNIVISIÓN para comprender un poco más sobre el fenómeno de las maras/pandillas.
TOMADO DE UNIVISIÓN
Cuando el presidente Trump reiteró su promesa de erradicar a los “animales” que integran a la Mara Salvatrucha (MS-13), Gerardo López se enfadó tanto que publicó en su cuenta de Facebook un mensaje cuestionando la estrategia antipandillas del mandatario y una foto mostrando los tatuajes que se hizo siendo un adolescente.
“Tengo un tatuaje de la MS-13. ¿Eso me hace un animal también?”, preguntó en su post López, quien durante ocho años fue miembro de la clica Normandie Locos de la MS-13, una de las más activas en el oeste de Los Ángeles, donde se fundó la banda en la década de 1980.
“La verdad del asunto es que aunque tengás un tatuaje de la MS-13 o no, él (Trump) te verá de todas maneras como un animal si no le gusta tu etnia porque es un racista”, continuó en su publicación.
En un día de trabajo normal nadie se entera de que López, de 39 años y con un título universitario en Justicia Criminal, estuvo en la Mara Salvatrucha.
Pero sin camisa y con el torso descubierto no hay duda de ello: las siglas ‘MS’ siguen en su estómago y el nombre de la que fue su clica continúa en sus pectorales.
“Con mi post quería explicar que si alguien tiene un tatuaje que muestra su pasado, no quiere decir que es un animal, ni que debe ser tratado de esa manera. Una persona sí puede cambiar”, dijo López a Univision Noticias.
Hoy, este ex pandillero es director ejecutivo de la organización Homies Unidos en Denver, Colorado.
“Si me hubieran visto como un animal cuando estaba en la pandilla, yo no hubiera cambiado”, agregó.
Para él, poner tras las rejas a los jóvenes que andan en malos pasos, sin ofrecerles oportunidades, es un error del gobierno de Trump.
“Si no hay rehabilitación no están yendo al fondo del problema”, dijo.
Nacido en Los Ángeles, López, de madre mexicana y padre argentino, ingresó a la MS-13 en el barrio Koreatown durante una época en que había pocas opciones para los jóvenes, según su relato.
Tenía 14 años, sus padres trabajaban durante la mayor parte del día y en la calle él sufría por el acoso de los pandilleros. Dice que todo lo fue encaminando a la banda.
“Un día dije: ´Ya me cansé del acoso, mejor me voy a meter a la pandilla´. Al principio no quería, pero después le agarré amor a la pandilla”, contó.
Ese “amor” a la clica no tardó en meterlo en líos. Durante cinco años entró y salió de cárceles juveniles.
“El 90% de los pandilleros que yo conocí no tenían otras alternativas, como deportes; o sus padres eran doctores y abogados en El Salvador, pero al llegar aquí tuvieron que trabajar en la limpieza, en restaurantes de comida rápida, en la construcción”, recuerda.
López asegura que en 1997, tras cumplir una de sus sentencias, notó que la MS-13 redujo considerablemente su tamaño por un pleito interno.
Luego el gobierno federal emprendió su guerra contra las pandillas y tomó a la banda como enemigo principal, usando imágenes de jóvenes con rostros tatuados, pero estos eran de Centroamérica, no de Estados Unidos, según él.
Cuando tenía 21 años, López decidió dejar “la vida loca”. Dice que lo motivó el cambio que observó en Alex Sánchez, un expandillero a quien él admiraba y que un día regresó al barrio con el programa Homies Unidos, que intentaba rescatar a los jóvenes involucrados en estas bandas.
“No querían aceptar que cambié. Dijeron que me mudé a Colorado para comenzar aquí la MS-13″, afima quien ahora es padre de dos adolescentes, de 13 y 16 años.
Los tatuajes de la MS-13 que han quedado en su piel, explica, se deben al difícil y doloroso proceso para removerlos: “Para quitártelos te duele 10 veces más que cuando te los ponés. Por eso solo me quité los tatuajes visibles, los de los brazos”.
Actualmente, López se encuentra promoviendo un documental sobre su vida. Se titula ‘Clever’, su apodo. Lo hace como parte de su labor rescatando jóvenes de las pandillas y mostrando que la MS-13 es solo un capítulo de su pasado.
” No se debe juzgar a nadie solo por los tatuajes, también se debe ver si esta persona puede cambiar y se le puede dar la oportunidad”, agregó.