Hoy, hace un año, el país estaba conmovido con la muerte de Guillermo Anderson. Nadie podría creer que el hijo que más amo a Honduras se despidiera de nosotros; el hombre que nos enseñó con sus canciones a descubrir el amor por nuestra tierra se había marchado.
Fue un 6 de agosto de 2016 que extendió las alas como uno de esos pájaros de sus canciones y se perdió en el horizonte del mar de La Ceiba.
Hoy, Lastenia Godoy, la mujer que inspiró muchos de los versos de Guillermo, nos hace un retrato íntimo del esposo, el padre, el amigo, el artista.
¿Cómo conoció a Guillermo?
Su hermana Jill y yo eras muy amigas, hacíamos muchas cosas jutas y nos visitábamos con frecuencia, así que sin saber lo que la vida nos deparaba, estuve cerca de Guillermo desde el primer día que él regreso a Honduras.
¿Fue amor a primera vista?
No, no fue amor a primera vista, nos caímos bien desde el principio y pronto me convertí en colaboradora de sus proyectos, pero el amor llegó después… Creo que su canción “Llegó” , en la que habla del amor sin necesidad de mencionarlo, describe de una manera bellísima lo que paso entre él y yo.
Llegó ( Letra y música de Guillermo Anderson)
Como lenta marea
Como halcón peregrino
Como sol de verano
Como enviado divino
Como nube del este
Como ángel refugiado
Como día de cosecha
Como dulce invitado
Como barco a su puerto
Como Juan por su casa
Como azar del destino
Como niño que abraza
Como canto sabido
Como lluvia anunciada
Como ramo de orquídeas
Como frase sagrada
Llego….
Así fue, como todas esas cosas profundas, bellas y buenas.
¿El primer regalo que le dio?
Una entrada de cortesía a su concierto “En Mi País”.
¿Se acuerda donde fue el primer beso?
Frente al mar.
¿Era romántico o pan sin sal con usted?
Guillermo podría ser cualquier cosa menos pan sin sal, era intenso, divertido y sí, muy romántico, basta escuchar sus canciones de amor para saberlo.
¿Cómo le decía de cariño a usted y usted a él?
Yo le decía a el Guingue, que quiere decir Guillermo en garífuna, y él me decía Amor de mi vida.
¿Le cantaba?
Cantaba mucho, mientras componía y cuando terminaba una canción, a menudo me la cantaba. Cantábamos en las reuniones de familia, con los amigos. Había ocasiones en que nos reuníamos solo para cantar.
Entonces le gustaba cantar boleros, los grandes éxitos en español de los 70 y 80 y a veces terminábamos cantando sus canciones favoritas en inglés.
¿Cuantas tazas de café tomaba diario?
No sé exactamente cuántas tazas, pero el café para Guillermo era importante, era un placer, era un ritual, comenzaba el día con una taza de café, nada mejor que una conversación con una taza de café y disfrutaba increíblemente el café en la tardecita, con pan dulce y semitas.
¿Cómo era con sus hijas?
Para él sus hijas eran lo más maravilloso que le pudo haber sucedido, y digo maravilloso en el sentido literal de la palabra. Se maravillaba de esas vidas que habían salido de las nuestras, que eran parte de su ser.
Le parecía maravilloso ver en ellas sus gustos, sus pasiones o las mías, descubrir los seres humanos bellísimos en que estaban convirtiendo. Se sorprendía de sus talentos, disfrutaba inmensamente su compañía, quería cuidarlas siempre, mostrarles lo bueno del mundo, inventaban chistes, se reían mucho juntos.
¿Era celoso con ellas?
No, celoso no, pero sí quería guardarlas de sin sabores y dificultades. Las protegió mucho a ellas y a mí del ojo público. Siempre quiso proteger la intimidad de su familia, la tranquilidad de su casa, que era su refugio de las frustraciones y complicaciones que implicaban su carrera.
¿Cómo pasaban un aniversario?
Uy, él se reiría, no era para nada bueno con las fechas, así que nos pasó de todo. Años en que nos acordamos los dos y salimos a celebrar, años en los que a él se le olvido y yo me enojé, años en que se me olvidó a mí y él me mandó flores y años en que se nos olvidó a los dos.
¿Sus lugares favoritos?
El mar, el río, el patio de enfrente de nuestra casa desde donde veíamos las garzas llegar a dormir al ceibón frente al estero.
¿Qué significaba La Ceiba para él?
La Ceiba era su casa, el lugar donde de adolescente soñaba con viajar y conocer el mundo, pero siempre pensando en volver, como dice su canción “En cada latido: por eso cuando me voy, me voy soñando que vuelvo…”. La Ceiba era el lugar adonde pertenecía, donde el escogió vivir.
¿Lo último que le dijo?
Lo último que recuerdo fue un abrazo dulce y largo.
¿Cada cuánto le lleva flores?
No visito el cementerio muy seguido, para mí él no está allí, está en todas partes menos allí. Pero quiero poner su tumba linda, para los que la visitan, para los amigos que ya le han dejado regalos: un velerito con un puro copaneco, un pececito de piedra, un velero hecho de un tronco extraído del mar con cintas de colores, un molinillo que gira con el viento y muchas flores. Demostraciones de cariño que me conmueven hasta el alma.
¿Lo que más extraña de él?
¡Dios, todo! Su voz, su risa, sus besos, sus abrazos, sus olvidos, sus reflexiones, su creer en mí, sus planes, su presencia en el mundo.
¿Si tuviera la oportunidad de verlo por un minuto que le diría?
Que por favor no se fuera tan pronto.
Una anécdota con él.
Recuerdo la primera vez que salimos en su velero, se nos arruino el timón y el motor de emergencia, terminamos arrinconados entre dos barcos viejos encallados en el muelle de cabotaje, muertos de risa esperando que levantara el viento para izar las velas y volver a casa.