Estos niños de La Esperanza, Intibucá (imagen tomada por el genial artista hondureño de la lente Leonel Estrada), caminan hacia la escuela cada mañana. No se van en carro. No tiene Play. Y no poseen muchas cosas materiales. Pero mirá cómo se ríen, felices, libres, llenos de amor. ¡Tenemos mucho que aprender de ellos!
ESTA NOTA TOMADA DE DIARIO EL PAÍS DE ESPAÑA nos puede ayudar a ser un poco más felices… ¡Y menos amargados!
Aunque lo parecen, los cursos de felicidad no son un paseo. En el de Harvard hay 22 clases magistrales de 75 minutos cada una dictadas por Tal Ben-Shahar, uno de los gurúes del tema en el mundo. El objetivo es enseñar a tener una vida productiva y satisfactoria, y para lograrlo Ben Shahar acude no solo a su propia experiencia, sino a la evidencia científica más reciente, que es el material de estudio más importante de la clase. La idea no es salir con una sonrisa de oreja a oreja, sino “aprender a tomar lo bueno y lo malo y aprovechar al máximo lo que brinda la vida”, señala una de las alumnas de Ben-Shahar.
1. La felicidad está en la mente: el nivel de bienestar está determinado por la interpretación que cada cual hace de los eventos externos. Si se ven catastróficos o provechosos depende de dónde se ponga el foco de atención. Según Aljure, “el 10 por ciento es lo que nos pasa en la vida y el 90 por ciento es lo que hacemos con lo que nos pasa”. Las personas deben saber que no tienen control sobre todo lo que les sucede, por ejemplo, la muerte de un ser querido, un despido en el trabajo, pero sí tiene alternativas para ver cómo los afrontan. Saber que se tiene ese control es clave en la adversidad.
2. Agradezca: el ser humano se adapta a todo, tanto a situaciones negativas como positivas. A eso se le llama adaptación hedonista. El agradecimiento es beneficioso porque significa reconocer las cosas que la gente da por sentadas y creer que siempre estarán allí. Según el psicoanalista Ariel Alarcón, los estudios comprueban que dar gracias explícitamente a las personas genera altos niveles de bienestar porque “en ese acto uno crea empatía con la bondad del otro y eso nos hace sentir buenos a su vez”. Zeligman también recomienda escoger cada noche el hecho más agradable del día.
3. Haga ejercicio: se ha podido establecer que 20 minutos de ejercicio al día equivalen a una dosis de Prozac o cualquier otro antidepresivo. Esto sucede porque durante la actividad física el cerebro secreta un tipo de hormonas, las endorfinas, opiáceos naturales que proporcionan una sensación de calma y placer. El ejercicio no tiene que ser intenso ni en un gimnasio. Basta una caminata a ritmo acelerado durante 20 o 30 minutos.
4. Cultive sus amigos: los estudios señalan que con solo mantener cinco relaciones de amistad durante toda la vida las personas tienen el 60 por ciento mayor posibilidad de sentirse mejor. “Los amigos ayudan a que los individuos se desahoguen y al hacerlo se producen varias cosas: se reducen las emociones negativas, el cerebro se estructura mejor porque entiende con más claridad la situación y, además, brindan consejo y apoyo”, dice Aljure. Así mismo, al compartir las desgracias es posible descubrir que sus problemas no son únicos y mirar diferentes formas de afrontarlos.
5. El sentido de propósito: la evidencia científica muestra que tener una meta, un proyecto, un sueño que le dé sentido a la vida redunda en bienestar porque funciona como un motor interno que sirve para sobrellevar los obstáculos. Estudios recientes han mostrado que las personas felices que no tienen un claro sentido de propósito cuentan con las mismas probabilidades de padecer problemas de salud que aquellos que enfrentan una adversidad crónica.
6. Simplifique: hay que hacer la vida sencilla. Los expertos aconsejan no agendar más actividades de las que puede hacer, ni vivir muy lejos del trabajo, ni quedarse rumiando los problemas. La premisa es que la cantidad impacta la calidad. Tal Ben-Shahar recomienda la simplicidad en el trabajo y en la casa, y para eso hay que tener claras las prioridades.
7. Medite: esta practica milenaria reduce el estrés negativo, relaja, genera paz interior y da energía al cuerpo y a la mente para capotear las situaciones diarias. Está demostrado que, a largo plazo, la gente que medita puede soportar mejor los obstáculos porque, lo dice Laura Álvarez, directora de Happy Yoga, “al concentrarse la mente desvela el ruido que genera la vida amarga y ver el ruido es el primer paso para aquietarlo y cuando la meditación se hace de forma regular, el ruido se transforma en un espacio de silencio o paz”.
8. Permítase ser humano: todas las emociones humanas, tanto las llamadas positivas como las negativas, entre las que están la ira y la tristeza, tienen un propósito. Por eso, es bueno sentirlas. También es importante ser compasivo consigo mismo, aceptar las debilidades y las fortalezas y no juzgarse más de la cuenta cuando hay fracasos. Errar no es malo si se ve como una oportunidad para aprender. “Las personas más infelices son las que pretenden que todo les salga perfecto”, señala Aljure.
9. Vuélvase un caucho: la resiliencia se asocia a la habilidad que tiene un caucho de volver a su estado normal. En el caso de los humanos significa tener la elasticidad suficiente para ser impactado por un trauma, pero al mismo tiempo poder recuperarse.
Esta palabra también se relaciona con crecimiento postraumático, lo que implica seguir caminando pero fortalecido después de una situación difícil o una pérdida. Para poder lograrlo es importante saber que se tiene control y que el fracaso también es oportunidad. Como dice Tal Ben-Shahar en sus clases, “no hay que decir ‘esto me pasó por mi bien’, sino ‘qué bien puedo sacar de esto que me pasó’”.