Tal vez no lo hice directamente y ni siquiera tengo el poder de hacerlo, pero sí, la realidad es que yo soy el responsable de la trágica tarde de domingo que tuvimos en la Gran Final del fútbol hondureño.
¡Eso sí! No lo hice solo, tuve varios cómplices y aunque no lo creas vos me ayudaste; por mi culpa y tu culpa hubo más de 20 personas heridas y lamentablemente cuatro perdieron la vida… ¡Somos los señalados! No nos escondamos.
Después del fatal accidente muchos buscamos culpables y no nos dimos cuenta que el enemigo está en casa, que los responsables de que hermanos de patria le dijeran adiós a la vida somos todos nosotros, una sociedad que sigue dormida y al parecer no quiere despertar.
¿Motagua, Liga Nacional, Policías, periodistas o aficionados?
¡Todos! Nadie se libra de esta catástrofe.
Todos ordenamos que ese frío y duro portón se abriera…
Lo hicimos con nuestra indiferencia ante la realidad que vive nuestro país (Misma que pocos se atreven a pelear).
Lo hicimos con nuestra insensibilidad por acostumbrarnos a cosas que no son humanas o de una sociedad respetable.
Lo hicimos por nuestra falta de educación y nuestra impaciencia por querer ser de los primeros en todo, sin importar a quién o quiénes nos llevamos enfrente.
Lo hicimos porque no hemos aprendido a vivir como hermanos, porque nos vemos en la calle como si no fuéramos del mismo país, tanto así que para que te contesten un “Buenos días” en el transporte público debe suceder casi un milagro.
Al final no nos estamos dando cuenta que somos un equipo y por ello no actuamos como tal. Cuando uno se equivoca nos equivocamos todos, y si seguimos así el descenso será nuestro destino siempre.