¡Hijos, yo jamás los llevaría al estadio!

La foto lo dice todo, el llanto, la desesperación de un niño buscando entre la multitud a sus padres. Multitud que entró desesperada al Nacional de Tegucigalpa por ver un espectáculo de fútbol que se enlutó por la muerte trágica de estos aficionados.

Me pongo a pensar el horror de estos padres buscando a sus hijos, imaginando lo peor, el sentimiento horroroso que te lleva a preguntar qué pasaría si no lo volvés a ver jamás – Dios, que nunca me pase algo así– un policía que trata a como dé lugar de consolar el llanto de este niño.

¡Terrible! Es para llorar. Lo sucedido en el Tiburcio Carías Andino no tiene nombre. No se pueden perder vidas de esta forma. A la sociedad ya dejó de interesarle la muerte, de no ser que sea un familiar, amigo o conocido; el sentimiento es de indiferencia total.

Tengo dos hijos y créanme que jamás los llevaría al estadio, si no es por el problema de las barras; es por la poca paciencia de la gente para ingresar y la horrorosa logística de los organizadores que puso en riesgo la vida de muchísimas personas. Ni loco los llevaría a ese mar de gente.

Esto no se puede quedar así. Debe haber un responsable, alguien que pague por la negligencia, irresponsabilidad y mala organización al momento de abrir un portón para el ingreso de miles de personas desesperadas.

Lo que me sorprende es que el juego no se suspendió, en un país serio este partido no se hubiese dado; la fiesta siguió a pesar del dolor y el luto dentro del Estadio, porque las personas fallecieron asfixiadas y aplastadas dentro de la localidad de sol, fueron cubiertos en la pista alrededor de la cancha de juego. ¿Quién en su sano juicio estaría esperando aun un partido de fútbol?

Hoy cuatro personas fallecieron y la fiesta siguió, la invasión en la cancha, las bengalas, la avalancha de personas, las muertes en la pista del Nacional. Mancha una celebración y pone de luto a cuatro familias que solo querían ver al azul profundo levantar la Copa 15.

¡Apagá la luz que no hay nada que celebrar!