¿Y vos qué hiciste ayer cuando se cayó el WhatsApp?

Un tipo saca su celular a mitad de la función de cine. Y empieza a “wasapear” sin que le importe que la luz del aparato incomode a las demás personas.

Manda un mensaje. Luego otro, y otro, y otro, y nadie le dice nada porque en estos tiempos cualquier idiota anda armado y dispara.

Incluso en las escenas de más suspenso saca el celular y se mensajea.

Un ejemplo claro de la perversidad de las tecnologías y de las comunicaciones.

Son los tiempos de la dictadura del whatsapp… y de la masa estúpida que se doblega ante sus encantos.

Lo mismo ocurre en las reuniones familiares. Como avestruces, seis personas clavan sus cabezas sobre el teclado del celular y se comunican con sus amigos, compañeros de trabajo, novias, amantes…

Y cuando alguien hace un comentario, los demás bobos responden con un “Ajá”, “Ujum”, “¿Qué?”…

Personas que todo el día pasan “wasapeando” y no han visto a sus seres amados desde la mañana, llegan a casa en la noche para proseguir con el ansioso tecleo del celular.

¿Y qué me dicen de fechas importantes como cumpleaños? ¡Ya nadie llama por teléfono y así pasamos meses, a veces años, sin escuchar la voz de aquellos que amamos!

No se puede cuantificar el daño que el WhatApp puede ocasionarnos si no lo sabemos manejar con inteligencia.

Nuestros hijos nos preguntan algo y la respuesta es “Esperate”, mientras mensajeamos.

“Papáááááá´”, vuelven a decir, y nosotros “Sí, ya casi, ya casi”.

Y ese ya casi se convierte en horas.

Tampoco estoy satanizando al WhatsApp, pues es una herramienta útil para comunicarnos, y nos ahorra tiempo.

Ayer, cuando se cayó el sistema, muchos fueron presas del pánico y la desesperación y se metían una y otra vez para verificar si el mismo estaba funcionando con normalidad.

A ese extremo de la estupidez hemos llegado…