Por: Mario Ramos.
Tomado del sitio web:www.casiliteral.com/
(Fotógrafo, Director de Producción de Univisión Washington y cineasta hondureño ganador del premio EMMY en 2016.)
No será la cantidad de películas que se produzcan en Centroamérica lo que provoque un crecimiento del cine en la región, sino la calidad.
Tampoco será aplaudiendo cada mal intento cómo lograremos que nuestro cine progrese, sino siendo críticos de lo que se produce y remendando las erratas, sobre todo cuando se incurre en ellas una y otra vez.
Es por eso que deberíamos replantearnos la repetida frase de que «hay que apoyar lo nuestro».
Semanas atrás fui a Honduras como invitado por El pulso —un periódico digital que lanzaba su anuario correspondiente a 2016— para hablar de Casasola Editores, el sello editorial del cual soy cofundador.
El evento coincidió con la premier de una película hondureña a la que también fui invitado. No pude escapar de la codiciada alfombra roja que tanto me aterra.
De inmediato los periodistas me cayeron encima y me lanzaron tres preguntas: “¿Qué piensa del cine hondureño? ¿Considera que está creciendo la industria del cine en Honduras?”.
Y la tercera que, a mi parecer, sonaba más a respuesta que a pregunta: “¿Debemos apoyar lo nuestro?”. Respondí con frases cortas, pues solo quería escapar de los reflectores.
No obstante, me urgía profundizar un poco más acerca del tema y es por eso que ahora me permito hacerlo.
Sin duda, el cine en Honduras está creciendo; no tanto en calidad pero si en cantidad, lo que no es necesariamente bueno.
Diez años atrás, hablar del cine hondureño, para mi gusto, se resumía a unas cuantas cintas: Mi amigo ángel, de Sami Kafati, que fue la primera obra cinematográfica de ficción producida en Honduras en 1962. No hay tierra sin dueño, también de Kafati y que, curiosamente, se terminó de rodar en 1984 aunque se editó en 1996 y la postproducción no finalizó sino hasta en 2003, después de la muerte del director.
En 2002 apareció Anita, la cazadora de insectos, de Hispano Durón, y además Almas de la medianoche, de Juan Carlos Fanconi, que fueron las primeras producciones locales en las carteleras de cine del país.
Sin embargo, estas últimas no fueron lo suficientemente logradas.
En cuanto al género documental, en 2005 apareció Corazón abierto, de Katia Lara. Estas son las producciones cinematográficas que a mi juicio resultan rescatables de todo el cine producido en Honduras hasta el año 2007, cuando salí del país.
Si bien es cierto que en los últimos diez años se ha producido un número considerable de películas, aún falta mucho por recorrer para que estas puedan competir en el mercado internacional, más aún cuando Internet ofrece la opción de ver grandes producciones provenientes de cualquier parte del mundo a través de plataformas como Yahoo, Netflix y Amazon, entre tantas otras.
Sin duda, la creación continua es muy importante, sin embargo la crítica también lo es siempre y cuando esté bien sustentada.
Son necesarias las opiniones críticas para mejorar nuestro trabajo, pero la escasez de expertos en cine, la suspicacia de los cineastas y la abundancia de aduladores impiden la creación de mejores películas.
¿Se puede considerar el cine como una industria en Honduras? Pienso que no.
La carencia de una ley de cine, la falta de empresas dispuestas a financiar producciones locales, la ausencia de una educación cinematográfica formal y el inexistente apoyo del gobierno para las artes conllevan a decir que es muy prematuro calificar de industria al cine hondureño. Como dicen por ahí: «No basta vestir de traje para ser un caballero».
Ahora bien, el Séptimo Arte puede llegar a ser una industria tanto en el país como en la región, pero aún falta mucho camino por recorrer. La producción persistente es una manera de avanzar pero no es suficiente.
Con respecto a «apoyar lo nuestro», diría que esta afirmación es peligrosa, más aún cuando no todo el cine que se hace en Honduras —y generalmente en Centroamérica— tiene calidad cinematográfica.
Siempre he sido partidario de apoyar las buenas producciones, pero también es importante socavar el terreno y encontrar las fallas. Una crítica honesta puede ser un gran apoyo a la producción fílmica hondureña, muchas veces envuelta en una nube de conformismo que impide corregir los problemas.
Versión Original: La industria del cine en Honduras: ¿realidad o ficción?