Muchos hemos visto en más de una oportunidad a personas que abordan los buses “amarillos”, o simplemente caminando por las calles de Tegucigalpa, a personas vestidas totalmente de blanco y con un bote en la mano, mientras solicitan donaciones.
Uno siempre se ha preguntado: “¿Quiénes son ellos?”.
Pues son los voluntarios de la Iglesia Misionera, dedicados desde hace más de 32 años a “ayudar a personas con problemas de alcoholismo, drogadicción y madres solteras y todo de forma gratuita”.
Están ubicados por el parque “La Leona” de Tegucigalpa.
Pero la ayuda que se brinda aquí es totalmente diferente a otros centros, pues la misión principal es rehabilitar a las personas a través del espíritu por medio de la palabra de Dios y con mucha fuerza de voluntad.
“Nosotros damos todo tipo de rehabilitación espiritual a todos aquellos que vienen a esta casa; les damos clases de Biblia, de la palabra, les enseñamos que la palabra de Dios les puede renovar el espíritu y así salir del vicio”, comenta Luis Sampel, uno de los encargados de la iglesia.
FOTO: Luis Sampel explica cómo funciona la casa de la Iglesia Misionera.
Él es un testimonio de la labor de la Iglesia misionera, pues es voluntario desde hace 18 años, luego de que llegara en busca de ayuda para salir del alcoholismo.
“Yo bebía alcohol clínico, ya me enfrentaba a una cirrosis, estaba totalmente perdido; pero vine aquí, me dieron los 3 tiempos de comida, pasta de dientes, una cama para mi solo, un techo, y me rehabilitaron con la palabra de Dios”, relata.
Aquí han atendido más de 6 mil personas, las que se han rehabilitado de sus vicios -según nos comenta Luis-. Muchos han terminado todo el proceso otros lamentablemente se van y no vuelven.
“Voluntariamente vamos de misioneros por toda Tegus, nos subimos a los buses, estamos en parques, andamos de colonia en colonia bajo el sol, predicando la palabra y buscando una ayudita económica para poder mantener a todos aquellos que vengan aquí”, nos dice Justina Gutiérrez.
La ayuda se brinda también a todas aquellas madres que están solas en la vida, que no tienen donde dormir.
“Aquí les abrimos las puertas a muchas mujeres que tienen hijos pero no un lugar donde empezar nuevamente; hemos tenido muchas jovencitas a las que han echado de la casa solo con su hijo, madres que han dormido bajo puentes o en los parques y gracias a Dios han venido aquí y les damos un refugio”, comenta Luis.
Así que si después de leer este reportaje mirás algún misionero vestido con su traje blanco, no dudés en donarle aunque sea un lempira, pues podrías estar ayudando a un alcohólico a salir de su adicción, o a una madre a darle un plato de comida a su bebé.
Nunca se sabe cuándo podríamos ser nosotros que lo necesitemos.
