No es trending topic en Twitter, mucho menos lo cubrieron medios internacionales, no se llenaron estadios con personas vestidas de blanco y tampoco hubo listones negros en miles de cuentas de Facebook en Honduras.
Son 24 muertos y 30 heridos, algunos en estado de gravedad, los que dejó la irresponsabilidad de un conductor que según su propia declaración “se quedó sin frenos”. No fue en Medellín o un equipo de fútbol, son trabajadores, humildes, que vivían el día a día con mucho sacrificio.
Hoy son más de 20 familias las que lloran la pérdida de un ser querido, hijos que vieron morir de frente a sus padres. Hay dolor, llanto, impotencia, rabia, frustración, por personas que no tenían que irse de esta manera.
¿A quién culpamos? ¿A las autoridades por no hacer las revisiones respectivas de las unidades de transporte? ¿A los que extienden permisos de los buses que son del año 1815? ¿A los dueños de los transportes que por ahorrarse unos pesos no dan el respectivo mantenimiento a las rastras, buses, busitos, etc.? ¿A los conductores que manejan como “alma que se la lleva el diablo”? ¿A quién?
San Miguelito sufre y seguramente se hace estas mismas preguntas, hasta qué punto las autoridades y la vida serán capaces de responder. ¿También van a dejar libre al motorista que conducía la rastra por no tener pruebas suficientes? Que reciba todo el peso de la ley.
Que no nos de pena elevar una oración por las familias de luto, las del accidente, las que pierden a sus hijos asesinados, las que pierden a sus familiares que se van caminando a Estados Unidos buscando un mejor futuro. Son nuestros hermanos y nuestros compatriotas.
Honduras es solo el nombre de un país, la reputación y la fama se la damos nosotros, los habitantes de esta nación.
¡Descansen en paz hermanos!