Ja, ja, ja, pasá adelante que te vas a carcajear hasta que te dé dolor de panza. Señoras y señores, con ustedes… ¡Una nueva función de nuestro circo LA JUSTICIA HONDUREÑA!
Ojalá fuera así de inocente este tema. Pero no lo es. Aquí lo que hay es dolor, muerte, luto, masacres, corrupción…
Una justicia que libera a un pandillero que había sido capturado por extorsión, portación ilegal de armas y tráfico de drogas, y que, por otra parte, se empecina en mantener tras las rejas a un inocente al que solo le falta llevar a Jesucristo como testigo.
En otras palabras… ¡Un maleante que a pesar de todo eso, es dejado en libertad por un juez –cuyo nombre aún no sabemos-, y lo manda de regreso a la sociedad para que siga sembrando el terror!
Gracias, señor juez, le agradecemos su gentileza.
Vaya ironías. El Little Sam, con sus tatuajes y mirada inyectada de odio, quedó en libertad, mientras que Kevin Solórzano sigue en la cárcel por los caprichos de un puñado de fiscales encaprichados que a huevos quieren hacernos creer que este muchacho es culpable del asesinato del ex fiscal Edwin Eguigure.
El “rosario de delitos” de Kevin incluyen: ser estudiante universitario, seguidor del Real Madrid y amoroso con sus dos perros.
El mensaje que nos manda este corrupto sistema nuestro es claro: tatuate, portá armas, extorsioná, amenazá de muerte a los honrados, asesiná… ¡Pero no te preocupés, que sólo estarás unos días en la cárcel!
Little Sam, efectivamente, se escapó de la cárcel de El Pozo, pues un juez le abrió (con su sentencia), la puerta de la cárcel de dos por dos metros en la que estaba encerrada.
Por eso es urgente, hoy más que nunca, que las penas contra los menores delincuentes sean más severas, y que no se les trate como angelitos inocentes que lloran cuando ven Toy Story 3.
Little Sam fue favorecido por esa estúpida complacencia que hay con los menores de edad que se dedican a delinquir.
Mientras las cosas sigan como hasta el momento, los Little Sam serán dejados en libertad, y los Kevin Solórzano continuarán –injustamente-, presos.
Y nosotros, los honrados, viviremos tras los portones del Barrio Seguro, y cagados de miedo cada vez que salimos de nuestras casas.