La conmoción y la tristeza es mundial, el golpe es tan fuerte que no se puede parpadear sin que se llenen los ojos de lágrimas.
Hace mucho tiempo el fútbol no sufría una tragedia tan espantosa. Es un hecho que la solidaridad y el compañerismo incrementó en un alto porcentaje después de conocerse la noticia del fallecimiento de la mayoría del plantel del equipo Chapecoense, tripulación y periodistas que acompañaban a la delegación para cubrir el partido más importante del club del pequeño pueblo de Chapeco. La final de la Copa Sudamericana frente al Atlético Nacional de Medellín.
Todos estos mensajes en redes sociales, mensajes alentadores de futbolistas, presidentes, figuras públicas y millones de personas alrededor del mundo nos reconfortan.
Pero qué le vamos a decir a las esposas, hijos, padres, hermanos, amigos y toda la hinchada de este club, qué le vamos a decir a las familias de los tripulantes y los periodistas que fallecieron haciendo su trabajo, no hay palabras, el vacío es inmenso. Cómo vamos a llenar el corazón de los familiares, solo el tiempo, la fuerza en el Espíritu harán que esas heridas se puedan sobrellevar, porque jamás van a sanar.
Mientras revisaba el internet encontré una foto que me partió el alma en dos, un niño descalzo, con la camiseta del Chapecoense, sentado en la gradería del Estadio Arena Condá. Sólo, haciéndose un millón de preguntas, imaginando el lugar a dónde se fueron sus ídolos a los que iba a ver cada domingo.
El pequeño se quedará con ganas de ver al Chapeco campeón de la Sudamericana, de gritar sus goles, de celebrar a más no poder la historia que hicieron en tan solo 7 años que ahora serán una eternidad. El Chapecoense ganó y subió tanto que no se conformaron con nada y se fueron hasta el cielo, hasta allá llegarán nuestras oraciones, nuestros mensajes, allá donde el alma ya no sufre.
Es increíble como la muerte de personas con vidas tan ajenas a las nuestras nos golpee tanto. Ha sido un día duro, de esos en los que no se puede tragar muy bien porque se hace un nudo en la garganta. Quizá con la muerte aprendemos la lección que debemos ser más humanos, extender más los brazos para ayudar al necesitado, poner el hombro para que alguien se desahogue, decir con más frecuencia te quiero y vivir el día como si fuese el último de tu vida.
El luto es mundial y esta tragedia nos acompañará siempre.
¡Descansen en paz!