La noticia (no oficial) es que Ariana Herchi ya no trabajará más en el departamento de Mercadeo del Marathón luego de que filtraran un vídeo en el que aparece haciéndole sexo oral a un hombre.
La hipócrita reacción en la redes sociales fue como si nunca hubieran visto una escena de ese tipo o jamás en su vida lo han praticado.
Actuán como si lo único que hacen en la cama es el misionero, y que todo lo que se aparte de esto viene del diablo.
Y como era de esperarse, a Ariana la atacaron con los típicos y estúpidos de siempre: “Zorra”, “Puta”, “Desvergonzada”, “Prepago”, “Facilona”…
Y etcétera, etcétera, etcétera.
Muy pocos la defendieron.
Lo que Ariana hizo no daña a nadie. Es su vida privada. Su INTIMIDAD. En lugar de atacarla a ella, deberíamos enfilar nuestras críticas al que cobardamente publicó las fotos y el vídeo.
Ese es el poco hombre, el indecente.
Pobre la mujer hondureña, víctima diaria de piropos vulgares en la calle, de ofrecimientos descarados de sexo, de maltrato psicológico, y de imbéciles que en arranques de celos y de inseguridades las asesinan o les cercenan partes de su cuerpo.
¡A eso hemos llegado!
Así que no deberíamos extrañarnos que Ariana haya sido atacada por hombres y, lo que es más triste, por mujeres con poses de puritanas.
Debo felicitar, sin embargo, a Ariana, porque mientras el mundo se la quiere hartar viva, ella sube fotos en las que muestra que poco o nada le importan el qué dirán.
Señoras y señores: búsquense una vida, lean, vayan al teatro, dejen el chismorreo y el rumor, traten de hacer algo productivo… y no pongan cara de asustados por una escena de sexo oral, pues no les luce.