A doña Ángela María la encontré en el Cementerio General sentada sobre la tumba de su padre. Con lágrimas, escuchaba los versos que cantaban dos señores, uno con guitarra, el otro con acordeón.
“Viejo, mi querido viejo”… Y doña Ángela apoyaba su barbilla en la mano izquierda, apesarada por los recuerdos.
“Quince años han pasado desde que mi papá dejó este mundo… Todos los años vengo a dejarle flores y cantarle las canciones que le gustaban y la que yo le dedicaba siempre era Viejo, mi querido viejo”, nos compartió doña Angela.
Mientras ella secaba sus lágrimas, hablé con este dueto que se especializa en cantar en el Día de Difuntos para darles un homenaje a aquellos seres queridos que físicamente ya no están, pero que llevamos en el corazón.
“La Cruz de Madera, Nadie es eterno en el mundo, Amor eterno, Mujeres divinas… Son muchas las que nos piden en este día, que para algunos es triste, pero para nosotros es de alegría, porque recordamos en vida a los que ya partieron”, nos dice Augusto Taulares, el hombre del acordeón.
A lo lejos, se escuchan los llantos de una mujer: “Ay, hijo, por qué te fuiste”, mientras por los callejones van y vienen familiares que cargan flores y cruces.
Suenan corridos y boleros, y este lugar, que la mayor parte del año es gris, triste y “muerto”, de repente cobra vida…
