La humildad se reflejaba en sus rostros. La esposa tenía los pies descalzos,un amarre de bolsa canguro en el que cargaba a su hija enferma, y el esposo llevaba unas botas de hule y en una bolsa de tela guardaba a su segundo hijo.
Su dialecto les impedía una comunicación fluida mientras buscaban atención la sala de niños del “Hospital Escuela Universitario”.
Las personas los veían como si se trataran de unos extraterrestre, pero ellos no reparaban en nada, tal era sus desesperación.
Descalza y desconcertada, la señora se levantó de su lugar después de que varias personas le brindaran algo de ayuda económica, y su esposo buscó un lugar donde acomodarse.
Desconozco sus nombres pero me quedan marcadas la humildad y paciencia al momento de estar en este gigante de cemento pensando en la salud de su hijo.
La espera en este hospital se vuelve deprimente y agobiante al momento de ver diferentes casos de gente sin fondos para tomar un transporte o comprar medicinas para sus hijos internos en estas salas.