José el indigente le cuenta su vida a redactor de RadioHouse

 

Decidí conocer a un indigente de esos que extienden una mano y te dicen “¿Me regala un peso para comer?… Se llama: José Luis Lalín Morales. No tiene casa, vive de la buena voluntad de la gente y ha luchado toda su vida contra la adicción a las drogas que le ha provocado severos daños en su cuerpo. Es de Puerto Cortés.

¿Cómo llegaste a Tegucigalpa?

Vine aquí persiguiendo las adicciones. Era vicioso. Pero me rescató un internado que se llama: “Misioneros de la Calle”. Casa Hogar. Queda allá por La Concordia.

Me vengo aquí a pedir porque tenemos que dar 20 “pesos” diarios para la leche. Hay otros compañeros internos.

Entonces, salimos varios a rebuscarnos para pagar lo de la leche. El hogar es cristiano.

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¿Ya dejaste las drogas?

¡Gracias a Dios! Tengo tres años de estar rehabilitándome.

¿Cómo los tratan en la Casa Hogar?

El mero mero es Ósman Andino. Nos tratan muy bien. Aunque siempre hay otros que nos tratan un poco duro. Porque hay gente enferma y nos les tienen paciencia.

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¿A qué hora llegás a pedir?

Cuando toca iglesia me voy a las 5 de la tarde. Estoy de 9 a 5 aquí.

Mientras hablaba con José se acercó una señora y le dijo: “Yo ya estoy vieja y vos tan joven pidiendo en la calle, pena te debería dar”.

José sonrió y le dijo: “Dios la bendiga madre”.

¿Tenés familia, José?

Tengo pareja. Y tengo dos niños. Un varón y una niña.

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¿Cómo hacés para mantenerlos?

Tengo que pedir o recolectar botecitos o latas de aluminio. Lo vendo y le voy a dejar el dinero a la mamá.

No tengo trabajo fijo.

¿Por qué no tenés trabajo fijo?

Porque tengo fallas en la vista. Me da vértigo y me cuesta estar mucho tiempo parado.

¿Pidiendo dinero cuanto hacés diario?

Lo suficiente para poder darle los 150 “pesos” a la mamá de mis hijos para la comidita y lo que necesitan en la escuela.

La comidita que me da la gente también se las llevo a ellos. Por ejemplo, con esta pizza que usted me regaló solo nos vamos a comer un pedazo cada uno. Lo demás se lo llevo a mis niños.

Yo no pruebo nada de aquí. El dinero es para ellos. Para mí solo dejo los 20 “pesos” de la leche y 7 “pesos” que me sobran para echarme el cafecito y el pan.

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¿Qué hacen tus hijos?

Van a la escuela.

El varón se llama Walter y la niña se llama Nicolle. Ellos me agradecen porque saben que a pesar de mis problemas les llevo lo que necesitan para comer y su escuelita.

¿Qué te dicen tus hijos de verte pedir en la calle?

Que algún día ellos van a crecer y van a poder levantarme de aquí.

(Se nos llenan los ojos de lágrimas). De repente interrumpe un señor como de unos 65 años, vestido de traje y corbata rojo vino y le dice: “Te he dicho mil veces que me estorba verte aquí”.

La indiferencia es el principal problema de una sociedad que no se levanta por las personas que ven de menos a los más necesitados.

¿Podés hacer oficios?

Yo no soy haragán. Aquí vienen esos misioneros y esos pastores y me dicen que me van a conseguir trabajo y nada.

Con mis dificultades podría hacer lo que me digan. Antes le hacía de albañil de lo que me pongan hermanito.

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¿Cómo te trata la gente?

Le voy hacer un resumen: Ayer pasó una pareja de señores como de 75 años cada uno. Le dije a la señora: “Madre regaleme para la comidita”. Y el señor me gritó: “A patadas te voy a levantar”.

No les conteste.

¿Qué sentís cuando te tratan de esa manera?

Aguantamos todo. Soy humano y ya me acostumbré.

 

Mientras estuve sentado al lado de José me dediqué a contar la cantidad de personas que pasaron enfrente de nosotros, perdí la cuenta en 93. De esas 93 personas, solo 3 le dieron dinero a José.

Una de esas 3, también era indigente que le dio la mitad del dinero que había conseguido pidiendo en un bus de ruta.

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¿Queres despedirte con un mensaje final?

Un cambio hermano. Que no me miren de menos. Soy honrado, no ando robando, ando rebuscándome con los botecitos.

Respeten la vida de los demás.

¡Gracias, José!

Realmente agradezco más la lección que me enseñó que la ayuda que significa para él la comida que le regalamos.