Aprendiendo a ser papá…
Después la pregunta ¿Ya les dijiste a tus papás que serán abuelos?
Después de esa pregunta que me hicieron mis aleros, me siento a pensar y a recordar lo que la madre de mi hijo me decía:
“¡Ojalá no le toque nacer mientras andás en algún evento!”…
Y luego: “¡No quiero que nazca mientras andás jugando potra con tu papá!”.
Señores, las palabras tienen poder, yo le decía: “Te esperás a que termine el evento o a que termine la potra”.
Aún recuerdo esa llamada cuando me dijo… “Amor, me está saliendo una cosa, creo que se quiere venir el bebé”.
Siete meses. Acababa de salir de una potra, mi cara de teléfono sin saldo se podía notar de aquí a Saturno.
La canillera… Solo recuerdo que agarré las llaves del carro, mi papá me dijo “Calmate, tío”.
“No puedo, Matteo quiere nacer”, le dije. Solo dije “Matteo” y mi papá era el que me estaba apurando.
En efecto mi hijo quería adelantarse a sus siete meses de gestación, jamás había dormido fuera de casa, ese día tomé un papel que no me había imaginado. Estaba a punto de conocer al heredero al trono.
Un mes después llegó la hora, no era el tiempo adecuado, pero sí era el tiempo que Dios eligió para que mi esperanza de vida pudiera ver la luz.
El trajín del hospital, otra canillera, y es que en el hospital uno solo, nada más que tonteras se le vienen a la mente.
Pasamos doce horas. A las 10 de la noche volvió a entrar y allí solo me devolvieron los “calaches”.
¿Ahora qué sigue, compa? -pregunté a un señor. “Entórtese ahí, compa, que va a esperar hasta que para su doña”
A las once de la noche me fui a mi casa a cenar y a tratar de dormir… Pero los que son padres que me están leyendo díganme si uno duerme cuando su hijo va a nacer…
Esta historia comenzó a escribirse a las 2 de la mañana, no me di cuenta yo primero, primero se dio cuenta una doña que pasó toda la noche viendo la tele del San Felipe mientras esperaba que saliera sus hija.
Aún recuerdo la frase de ella que me dijo.
“Ya salió su esposa, ya la sacaron, está en recuperación”
A las cuatro de la mañana se me olvidó el dolor de espalda por la banca en la que trataba de dormir y allí comenzó mi gran ilusión llamada Matteo Edgardo.