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¿Qué es usted: un cantante popular, ecologista, costumbrista? -le pregunto mientras él le pone una cucharada de azúcar al café.
Un adicto al café, ja, ja, ja. Soy un hacedor de canciones, un observador de la gente, de la vida cotidiana. Siempre me ha entusiasmado que el arte es el reino de la libertad. Yo hago canciones de todo lo que es la vida.
¿Es difícil, entonces, enmarcarlo en un género determinado?
Es difícil. Para darte una idea, la gente de las casas disqueras que escucha mi música tiene problemas conmigo, porque el mercado te quiere etiquetar: que sos cantante de baladas, de rock, de merengues… Si vos hablás en un disco cobre un jugador de fútbol que se le terminó la carrera porque se le quebró una pierna,y si al lado de esa canción tenés la de un árbol que a alguien se le ocurrió cortar, entonces ya no les parece.
Yo prefiero decir que soy un cantautor, un hacedor de canciones de todo tipo. Yo no tengo miedo de mezclar punta con rock, reggae con xique, o un ritmo de La Mosquitia con guitarra eléctrica. El mercado de la música es tan grande que no tenemos problemas. Es posible que haya gente en Honduras que no entiende lo que nosotros estamos haciendo, pero que sí lo respeta. Fuera del país vendemos más, nuestros conciertos tienen más éxito.
¿No es profeta en su tierra?
Bueno, no sé si me considero profeta, ja, ja, ja. Creo que en Honduras, para lo mal que se anda en la validación de la cultura como un medio que puede llevar a un país a otros niveles, y a mostrar una mejor cara ante el mundo, a pesar de eso, la respuesta en Honduras ha sido mayor de lo que me esperaba. La gente es muy cariñosa conmigo.
¿Por qué esa característica del hondureño de quejarnos de todo lo que aquí se hace y de autoetiquetarnos como mediocres?
Son fallas de origen que vienen desde la Colonia, y encima tenemos ese bombardeo que nos viene desde el extranjero. Desde pequeños se nos enseña que todo lo que viene del extranjero es mejor, que las que son en inglés son mejores que las que son en español.
Eso ha creado una ceguera ante las cosas positivas que hacemos en nuestro país; nos gusta quejarnos, a los artistas es un cliché que nos pregunten si recibimos apoyo del gobierno, y obviamente, con solo el hecho de partir que el ministerio de Cultura es el que tiene el presupuesto más bajo del país, eso ya te dice del tipo de apoyo que hay para las artes.
Y hablando de esa pregunta cliché que usted menciona, ¿qué apoyo ha recibido de Cultura?
Si yo he recibido apoyo ha sido, por ejemplo, que me han ayudado a tramitar algunos documentos para que pueda viajar al extranjero. Ahhh, ¿y qué más? No puedo decir que yo haya recibido un apoyo institucional claro y definido. Nunca he trabajado contando con el apoyo del gobierno.
¿Eso genera frustración?
De alguna manera sí, pero el artista debe trabajar sabiendo que no hay apoyo institucional. Si vos sos compositor, pues componé tus canciones, reuní un grupito de amigos en la universidad, en el centro comunal de tu pueblo… Yo empecé así, hice un par de canciones, reuní a algunos amigos en la sala de mi casa y se las canté para ver qué pensaban. Después canté en un auditorio, fui organizando mis propios conciertos. Yo no estaba esperando a que viniera alguien y me descubriera.
¿De qué año estamos hablando?
De 1986. Yo era un auténtico vago, ja, ja. Llegué con apenas 200 dólares a Amsterdam y lo gasté en dos días. Entonces empecé a tocar en los cafés, en plazas, ponía un sombrerito para que la gente depositara su contribución.
Fue un momento muy intenso de mi vida. Fue mi época de Siddartha, anduve buscándome a mí mismo, quería ver cómo funcionaba en situaciones de aventura hasta que finalmente regresé a Honduras. Yo siempre estudié con la idea de aplicar lo aprendido en mi país.
Si no me vengo a Honduras hubiera sido un hombre muy frustrado. Regresé a Honduas a ganarme la vida como artista.
¿Siempre quiso ser artista?
Sí, desde que tuve mi primera guitarra, más o menos a los doce años. Allí supe que quería ser artista. Empecé a hacer mi propia música, hice mis primeras grabaciones, la gente me comenzó a llamar para hacer conciertos, me llegaban invitaciones para ir a conciertos internacionales, en los festivales me vio gente que me invitó a otros países y así comenzó en cadena.
¿Y sus padres qué pensaban de verlo convertido en un vagabundo?
Ja, ja, ja, ellos comprendieron mi espíritu de aventura.
¿No le dijeron “Comerás papel” como a García Márquez?
No, no, no, el apoyo de mis padres fue fundamental para que yo me dedicara al arte. Ellos nunca vieron el oficio de artista como si fuera de segunda o de locos. Siempre respetaron y apoyaron lo que yo estaba haciendo.
¿En qué se inspira para componer?
En la vida cotidiana -dijo, después de tomarse el último trago de café-. Vivo de la observación, de lo que ocurre en la calle, en las cafeterías. Me fascina todo: una mosca que se pare en la mesa, lo que pueda decir una camiseta que ande una persona que no sabe lo que dice. Cualquier cosa de la vida cotidiana puede generar una historia o una canción y eso eso me fascina… Así como me fascina el hecho que esas canciones me generen ingresos, ja, ja, ja.
¿Usted vive de su música?
Sí. Vivo de la diversificación: no vivo exclusivamente de vender discos; hago de todo: giras, música para proyectos, para documentales y otros que me encargan. Para el caso, en la actualidad estoy trabajando en un proyecto que me encomendó la Unesco.