Cientos y cientos de oficios existen en nuestro país; uno muy indispensable y que de cajón debe de estar en la lista de inversiones en nuestra familia es el visitar un sastre, algo que creo que todos hemos hecho en la vida.
Ese señor o señora tiene su rostro adornado por un par de lentes, en su cuello se puede observar una cinta métrica de color amarillo, rosado, azul o verde, siempre con colores llamativos para que no se pueda perder. Como ven, es fácil identificar un sastre, así que estoy más que seguro que muchos se sentirán identificados con esta nota.
Hoy conoceremos ciertas cosas de este oficio que considero como un trabajo en peligro de extinción, esto porque es muy raro que vayamos a que nos diseñen un pantalón, ya que la mayoría prefiere ir al bulto a comprar un una prenda por veinte o treinta lempiras, algo que se está volviendo costumbre.
Para entender cual es la actualidad de este oficio me lancé al mercado “Los Dolores”, mi meta era buscar un par de puestos que se dedican a remendar, diseñar y sobrevivir en este campo de la sastrería, todo para comprender de “pe a pa” cual es la realidad en la que viven.
Sastrería AniMar
Caminamos hasta el puesto 178, donde nos encontramos con Don Aníbal y Maribel, amigos y socios; este par de hondureños se dedica a la sastrería por que prefirieron ganarse un par de pesos sentados aquí arreglando y diseñando pantalones que seguir caminando en las calles realizando encuestas para diferentes empresas que laboran en nuestro país.
¿El bulto ha venido a asfixiarlos?
Si papito, la gente ahora prefiere dar cincuenta, treinta y hasta veinte lempiras por un buen pantalón y después venir a pagar aquí treinta o cuarenta para que se lo dejemos calidad.
¿Si le traigo la tela cuánto me cobra?
Doscientos cincuenta lempiras (250), depende del tipo de pantalón, por eso es que se sale más carito venir al sastre, por eso las sastrerías se dedican ahora a realizar remiendos. Si yo le pongo la tela y la mano de obra el pantalón le sale por quinientos o cuatrocientos pesos. Con ese pisto se compra hasta cuatro pantalones de marca en los agachones.
Con estas palabras podríamos decir que estos puestos repellados de tela para pantalones están siendo asfixiados por el terrible monstruo de la ropa americana.
En el camino nos encontramos con otras personas donde la confección de uniformes es el fuerte para esta sastrería y aprovechan las temporadas de práctica estudiantil para agarrar el billetillo de los clientes.
Sastrería Nagory
Sus clientes día a día se retiran gracias a la compra de ropa americana. En este puesto son dos mujeres y un hombre, los tres catrachos de corazón, para los cuales no existe nada más que el “Chaca Chaca” de las máquinas de costura.
Este negocio ubicado en el puesto 187 se apoya económicamente en las labores realizadas a los estudiantes y a las empresas en general, algo que les ha servido para sostenerse.
¿Cuál es la temporada alta en trabajo?
Cuando van a comenzar las clases, los padres nos buscan para los pantalones y uniformes de la escuela y colegio, también ahorita para julio, agosto, cuando empiezan las prácticas en los colegios, esa es buena temporada y las aprovechamos.
Ahorita estamos con un cine haciéndoles los uniformes para sus empleados.
¿La gente prefiere el sastre o el bulto?
Esos bultos nos han venido a fregar, la gente prefiere ir a dar un par de pesos por ropa de marca que pasar a que le hagamos un pantalón, a veces sale más cara la remendada que la comprada.
Esta es la realidad a la que nos enfrentamos, el punto bueno de esta gran carrera denominada como oficio es que son una fuente para miles de hondureños que día a día salen de cursos intensivos de costura.
Asimismo estas pequeñas empresas pueden ser reconocidas por la elaboración de ropa para marcas predominantes en nuestro país, así que si tenemos una prenda un tanto dañada no la pensemos dos veces, vamos a dar una vueltica por el centro y formemos parte del circulo económico de nuestro país, solo así podremos salir adelante.
Fotos/ Sergio Montero
