idea era leer un par de artículos de prensa de García Márquez hasta tarde. En eso estaba cuando cayó un mensaje a mi celular.
Vi la foto que enviaba mi amigo David Madrid y el corazón se me lleno de tristeza: Muhammad Alí acababa de fallecer.
Abrí la mochila y mientras sacaba la computadora empecé a llorar. En silencio, de la misma forma en que lloré cuando murieron Garrincha, Cantinflas y García Márquez, otros de los personajes que marcaron mi infancia.
Pero al primero que conocí fue a Alí.
Era el año de 1980 y mi mamá, que en ese entonces no se perdía una pelea, puso Ali-Holmes en la TV.
El llamada MÁS GRANDE DE TODOS LOS TIEMPOS estaba viejo y cansado, y su verdadero rival era el mal de Parkinson, y esa noche recibió una paliza.
Su intento por ganar el título de los pesados por cuarta ocasión concluyó en el décimo round, cuando Angelo Dundee, su legendario entrenador, paró la pelea.
Tuve un afiche de Alí en mi cuarto pegado junto al del Che, y posteriormente compré libros. Otros me los regalaron. Hay uno al que le tengo especial cariño ALI RAP, que me obsequió mi amigo Jorge Sierra.
También compré videos con su historia y sus peleas. La mejor de todas: RUMBLE IN THE JUNGLE, cuando se enfrentó al temido George Foreman.
Esta pelea es como un poema con versos violentos, una obra de arte pintada con intensidad, valor y un deseo de ganar sin importar que eso significara morir en el intento.
Alí derrotó a Foreman esa noche de 1974 en Zaire cuando muy pocos le daban siquiera una remota posibilidad.
En las últimas dos semanas, mi hijo me ha pedido que le enseñe los golpes del boxeo. Se pone unos guantes y en mis manos abiertas estrella sus jabs, ganchos, uppercuts.
“Flota como mariposa y pica como avispa”, le digo, y le explico que eso hacía Alí.
En unas horas, como homenaje AL MÁS GRANDE DE TODOS LOS TIEMPOS le pondré el DVD de la pelea contra BIG George Foreman.
Para muchos, Alí es de verdad el mejor boxeador de todos los tiempos.
Otros aseguran que fue Sugar Ray Robinson.
Hay quienes sostienen que fue Joe Louis. O Rocky Marciano.
Es debatible.
Lo que sí se puede decir, sin ninguna duda, es que Muhammad Alí fue el más bello, el más rebelde, el más revolucionario.
Ya no picará más como avispa. Pero flotará en mis recuerdos como una de las mariposas amarillas de García Márquez…