Dos o tres de la tarde. No lo recuerdo. Pasaba por una gasolinera, mi esposa toca mi hombro y me dice: “Mirá a ese niño, pobrecito, ha de estar cansado”.
Sí, era un niño, recostado en una columna circular de la gasolinera. Dormía. La cabeza la apoyaba en su brazo derecho.
En su mano alcancé a ver un billete de diez lempiras y varios de lempira. Le calculé unos doce años.
Tomaba una siesta en “horas laborables”, pero sin patrón que lo chequeara. No debe marcar tarjeta a la entrada o salida. Él es dueño de su tiempo.
A su lado, una bolsa llena de Duvalin, el dulce de colores.
Durante un par de minutos lo estuve contemplando. Me conmovió la escena del niño vencido por el cansancio. En lugar de jugar pelota o ir al cine, le toca fajarse y llevar algunos centavos a su casa.
Dormido, representaba la realidad de cerca de 2millones de niños que son explotados laboralmente. Él está dentro de esta estadística.
Mientras me retiraba del establecimiento, me pregunté qué es de él si no vende nada en el día.
Hoy, que se habla del DÍA DEL TRABAJADOR, este niño es el retrato de un pueblo que a diario se faja para seguir adelante en la lucha por una mejor vida.