Su rostro luce desgastado, y su barba y su cabello muestran numerosas canas, y sus manos son el reflejo de los 57 años que ha pasado llevando la noticia al pueblo hondureño que transita por el casco histórico.
Juan Arévalo se encarga de repartir los diferentes diarios que circulan en el país. Su historia no es como la de cualquier hondureño, ya que se ha mantenido en actividad durante casi seis décadas.
En lo que pasábamos por el parque, Juan no estaba, pues andaba realizando algunos mandados. Preguntamos y preguntamos por él y la respuesta era: “Juan salió, compa, pase al rato.”
Esa esa la confianza que el vendedor de periódicos tiene por sus clientes al punto que los deja encargados de la “pulpe”, como se dice popularmente.
Por fin llegó Juan y comenzó la conversación haciendo memoria de quién era yo… “Yo a vos te conozco”, me dijo.
“Sí, soy aquel guirro peludo que pasaba con mi papá cuando en la peatonal era el mero mall, compa… Juan, soy el hijo de Rulo sobrino del Ñurdo”, comenté y su rostro cambió de inmediato y comenzamos esta charla.
“Antes corría de arriba-abajo para vender periódicos, pero mire que a medida fue pasando el tiempo nos pusieron estos puestos fijos, pero eso no impidió seguir moviéndome junto a mi esposa para vender los periódicos”, relata.
Juan no solamente les ofrece periódicos a sus clientes, ahora en su inventario están los libros de segunda, revistas nuevas y usadas.
“También le metemos stickers y láminas para los cipotes a los que les dejan tareas en las escuelas y colegios”.
En total son 10 hijos los que tiene. Este canillita le comento al micrófono de radiohouse.hn que todos sus hijos son personas de bien gracias a la venta de periódicos…
“Unos son profesionales y otros están en la lucha… Hemos podido sacarlos adelante, ellos nos ayudan, y nuestro hogar es sano y en estos años en la calle ninguno se nos perdió”.
Cuarenta y dos de casado y conviviendo junto a su esposa, Juan es su propio jefe, pues entra y sale a la hora que desea. Su puesto es el de siempre, donde no solamente se conocen personas, sino que también se construyen amistades y se puede pasar un momento agradable sentado en un par de sillas de madera.
Las dificultades existen en cualquier trabajo que uno desempeñe, pero Juan nos muestra que no importa el sol, la lluvia y el polvo, ya que realiza su trabajo con entusiasmo con el objetivo de ofrecer y distribuir el rotativo a propios y extraños, grandes, chicos, blancos o negros, para él no existe la discriminación.
¿Juan, y cuando llueve es un mal día?
El frío y la lluvia hacen que no vendamos, podría decir que es un día malo, porque la gente prefiere estar en su casa y leerlo desde la pagina web -responde.
Con días malos o días buenos, Juan nos deja una enseñanza en esta corta charla: no importa las circunstancias en las que uno se encuentre, para salir adelante solo se necesita voluntad y esfuerzo.
Si va por el Centro no dude en tirarse una platica con el viejo Juan, exactamente frente del ballet garifuna, atrás de la concha acústica, y en un dos por tres lo pondrá al tanto de las noticias más importantes de Honduras y del mundo.