“No hay otro pueblo más macho que el pueblo catracho del cuál vengo yo”. Esta canción nos ha identificado durante mucho tiempo a todos los hondureños.
Pero la mayoría asociamos la canción con el departamento de Olancho, escuchamos esta palabra e instantáneamente nuestro cerebro asocia los hombres más machos de nuestra tierra.
La mayoría viste con sus jeans oscuros marca “Levis 1870”, sus botas de cuero puro, camisas a cuadros por dentro, sus fajas con sus llamativas evillas, sus sombreros y el accesorio que no les puede faltar una pistola al lado derecho para imponer respeto hacia los demás.
No sé si es una idea errónea pero la mayoría nos hemos imaginado más de alguna vez que un hombre olanchano puede tener las mujeres que sea con solo decir que es de la tierra más varonil de Honduras.
No me refiero al hombre machista que golpea a su mujer y que la somete con sus directrices, porque esto no llega hacer hombre, mucho menos un macho, esto es un patán.
Con esta definición de macho me refiero al que no se lava el cabello con shampoo olor a sandia y frambuesa que sirve para darle un brillo de pasarela él, no comparte su shampoo con su esposa él, se lava su cabello con shampoo cien por ciento de machos. “EGO”.
Al hombre que el único corte de pelo que existe es la uno, la dos o en disminución por favor, pero adoran ver a sus mujeres con el pelo por debajo de la cintura y decoradas con muchas joyas, creo que por eso la llaman la tierra de los contrastes.
Donde la loción predilecta es la siete machos y donde su cantante favorito es Vicente Fernández el que les enseña a cómo tratar a una mujer.
“Mátala con una sobredosis de ternura asfíxiala con besos y dulzuras que no hay mujer que pueda resistirse a los detalles.”
Esto la verdad pareciera su lema del diario vivir, su cita predilecta y su guianza para como conquistar a las mujeres y hasta la fecha les ha funcionado muy bien.
Quien no ha soñado con tener un hombre olanchano a su lado que lo haga sentir cien por ciento mujer, protegida, cuidada, amada y llena de detalles
Cualquier mujer hondureña estaría feliz de que un olanchano macho macho se arrodillarla a sus pies pero cuan afortunada fue Clementina Suarez que no solo un olanchano se arrodillara delante de ella si no todo el país.