“Vine a hacer pisto… No a ganar peleas”

A Miguel Muñeco González ya no le interesa ganar ni pelear por un cinturón de campeón. Mientras le paguen bien, seguirá subiendo al ring y pondrá en riesgo su vida.

Con 29 años, es muy poco lo que le queda como boxeador. Él lo sabe muy bien. Por eso decidió marcharse a España con la única idea de ganar euros.

“Lo más difícil es estar lejos de mi hijas, mi esposa y mi madre. Pero estoy acá haciendo lo que más me gusta: pelear. Pero no vine acá a ganar peleas, sino a hacer pisto… Mi objetivo es mandarle dinero a mi familia”, le dijo el Muñeco al periodista Gerardo Bustillo de diario Diez.

Famoso por el timbre chillón de su voz, Muñeco se convirtió en ídolo del pueblo hondureño al ganar sus primeras ocho peleas (la mayoría por knockouts explosivos), pero luego su carrera se vino abajo por disputas económicas con sus promotores.
UNA MISERIA
El Muñeco se retiró durante un tiempo y cuando regresó y no era el mismo. Ha ganado trece de sus diecinueve peleas; sin embargo, hay algo que llama la atención: ha perdido seis combates de manera consecutiva.
Antes de viajar a España, Muñeco hizo tres peleas en Honduras. El pago fue el siguiente: 8 mil por la primera; 5 mil por la segunda y 7 mil en la última.
Total: veinte mil lempiras por tres peleas.
Más que los golpes, lo que le dolía en el alma era que le pagaran una miseria.
Me dio tristeza porque ganaba esa cantidad de dinero cada dos meses y con familia no ajusta. Por eso me vine para España -dice el Muñeco.

 El “Muñeco” ahora gana entre 600 y 2,000 euros por pelea y comparte que eso le sirve para ayudarle a sus seres queridos.

“Cuando me vine de Honduras tenía muchas deudas, es más, trabajando allá le mandaba a mi esposa solo para mis hijas y no me ajustaba para mi madre, ahora sí puedo ayudarle también a ella”, dijo con alegría el hondureño.

En España gana -según cuenta-, mil 200 euros (unos 30 mil lempiras), pero al final, después de pagar impuestos le queda la mitad. Si la pelea es en otro país europeo llega a ganar el equivalente a 50 mil lempiras por bolsa.
Allá vive con austeridad, como en sus días de pescador en Nueva Armenia, Atlántida. Sale poco, porque prefiere ahorrar cada centavo que se gana con el sudor de su frente y el dolor de su quijada.

Muñeco ahora pelea y pierde con frecuencia. A veces apenas hay tres semanas entre cada combate. Duele decirlo, pero sirve de costal humano para que boxeadores con cierto potencial desarrollen sus destrezas.

En sus ratos libres, el campeón del pueblo sube fotografías de su esposa, sus hijas de su madre. “¡Cómo extraño a mi familia!”, escribe con frecuencia en su Facebook.

También sube mensajes para darse ánimos, como “¿Quién dijo miedo?”.

Muñeco aun no sabe cuándo será su próxima pelea. Sabe que volverá a perder. Eso es lo de menos. Lo que importa es que ganará algunos euros que mandará hasta Nueva Armenia.

Cuando por fin regrese a Honduras lo hará con su récord abultado de derrotas. Tampoco importa. Lo que vale es que bajará del avión con la frente en alto…