¡No más niños quemados!

Muchos “padres” hondureños se han convertido en los peores enemigos de sus propios hijos.

“Padres” irresponsables.

“Padres” ignorantes.

“Padres” estúpidos.

“Padres” criminales.

“Padres”, así, entre comillas.

Poco les importa que un petardo les arranque una mano o un dedo, o les queme el rostro a sus hijos. De nada sirven las fotos desgarradoras que cada fin de año vemos en los medios de comunicación de pequeños cubiertos como momias, con los brazos, piernas, espalda y cara llenos de llagas.

Veo esta foto desgarradora de DIARIO EL HERALDO de una de las veintiún víctimas de fin de año de la venta y quema “clandestina” de pólvora.

Digo “clandestina” porque de eso no tiene nada, pues ya se sabe quiénes venden “cuetes”, cebollas y morteros, y quiénes las explotan en los barrios, colonias y pueblos de Honduras.

Según las estadísticas, los lesionados son de Tegucigalpa (Flor del Campo, Altos de San Francisco y Las Brisas), y de Copán, Intibucá, Danlí, Tatumbla y San Pedro Sula.

En el Materno Infantil, un niño se debate entre la vida y la muerte. Es de la Entrada, Copán. Es uno de los pocos casos en los que sus padres NO tuvieron nada que ver con  la tragedia.

“El niño encontró en la calle un mortero que no había estallado y lo llevó a su casa y ahí le explotó… Tiene el 90 por ciento de su cuerpo quemado”, dijo el doctor Francis Contreras, viceministro de Salud.

La explosión -agregó-, le abrió el abdomen y parte de las vísceras salieron de su cuerpo y tiene uno de sus pulmones perforados. Su condición es sumamente grave.

“Mi niño estaba solo y le metió fuego al mortero… Todo pasó en segundos, esto es triste, solo Dios sabe”, dijo Salvador Mejía, padre del pequeño.

“Dios mío… Mi niñito… En el hospital nos dijeron que es posible que no viva, pero se lo dejamos en manos de Dios”, dijo, sin poder contener el llanto.

De nada sirven las campañas de CERO PÓLVORA del gobierno, de las alcaldías, Cruz Roja y Bomberos. Pues la estupidez se impone al peligro, a la razón y a la ley.

Pero no argumentemos, por favor, que las campañas para concientizar no tienen impacto. ¿Quién no sabe que es extremadamente peligroso que un niño tenga un petardo en sus manos?

¡Hay que ser demasiado idiota para salir con semejante justificación!

Las multas también son blandas y dan risa: de mil a cinco mil lempiras, según la gravedad del caso, para aquellos padres que les compren pólvora a sus hijos.

Urge penas más severas. Multas de cincuenta mil lempiras para arriba y acusación criminal. Por allí deberíamos comenzar.

¡Y falta el 31 de diciembre!

Qué triste.

Qué doloroso.

Más niños quemados. Otros pequeños lucharán por sus vidas en las camas de los hospitales público de Honduras.

Nuestra indiferencia también es cómplice. Vemos a niños vecinos con paquetes de “cuetes” en las manos y no alertamos a las autoridades.

“No es problema nuestro”, decimos.

“Igual la Policía no vendrá”, nos justificamos.

Pobres de nuestros niños con “padres” criminales que les ponen en sus manos el petardo que podría dejarlos sin dedos. O matarlos…