La primera vez que leí que el HIJO DE DIOS no era blanco, rubio y ojos azules, sino de piel oscura y pelo negro fue en UN TAL JESÚS, una obra de dos tomos que cuenta una versión más humana y menos divina de aquel humilde carpintero.
En realidad, siempre se me ha hecho difícil imaginarme a Jesús con la pinta de Brad Pitt. Sin embargo, respeto a quienes creen, sostienen o argumentan que era, como decimos en Honduras, chele y zarco.
Al final de cuentas, eso no es lo esencial. Poco me interesa si sus manos eran blancas o morenos; lo que me interesa es que con ellas multiplicó los panes, señaló a los de doble moral y dibujó figuras en el suelo antes de pedirles a los que acusaban a la adúltera a que lanzaran la primera piedra si estaban libres de pecado.
Toco este tema porque cada año, a medida que se acerca la Navidad, vuelve a convertirse en noticia una imagen digitalizada en 2001 del que algunos llaman EL VERDADERO ROSTRO DE JESÚS.
La imagen muestra a un hombre de barba negra y piel oscura y el pelo menos estilizado al que hemos estado acostumbrado.
Al igual que hace catorce años, la imagen vuelve a escandalizar a miles de personas que prefieren imaginarse a un Cristo un poco más “piquetero”.
No se sabe por qué, pero lo cierto es que esta imagen desapareció por un buen tiempo, pero este año volvió a levantar polvo luego de un documental de la BBC de Londres.
Fue precisamente un equipo de la BBC y médicos forenses los que mostraron al mundo el NUEVO ROSTRO del hijo del carpintero.
Según distintos artículos, Richard Neave, un artista médico de la Universidad de Manchester, se encargó de realizar esta recreación. Para ello utilizó técnicas forenses que le permitieron dar con un personaje con rasgos similares a los de las personas que habitaron Galilea hace más de dos mil años.
Tema polémico sin duda, miles de hondureños, con toda seguridad, me acusarán de hereje, blasfemo, irrespetuoso, ignorante (de esto sí tengo bastante), y hasta de tener tiempo ocioso de sobra para escribir de temas que no vienen al caso.
Y puede que tengan razón que no viene al caso. Pues para mí, como para los que ya empiezan a “crucificarme”, lo importante NO es cómo era Cristo físicamente, sino lo que hizo y dijo.
Y que hoy, como siempre, se nos aparece en forma de mendigo, de hambriento, de hombre sediento y mil formas más.
Ya sea rubio, moreno, pelirrojo, alto, bajo, no importa su apariencia física, a Cristo lo encontramos donde menos lo pensamos: “Porque tuve hambre, y me diste de comer; tuve sed, y me diste de beber; fui forastero, y me recibiste; estaba desnudo, y me vestiste; enfermo, y me visitaste; en la cárcel, y viniste a mí”.