Como toda ciudad del mundo, Tegucigalpa tiene su héroe y su villano. Un minuto, a veces un segundo, un error o una mala decisión bastan para ganarse el cariño o el odio de las masas.
En una noche fría del mes de diciembre, el destino convirtió a Marlon Licona en el bueno de la película, mientras que a Noel Valladares le dio el papel de malo.
Los dos buscaban la gloria, pero solo uno pudo alcanzarla, y el otro se perdió en la niebla que rodea a la derrota. Oculto en la oscuridad, le tocará esperar por algún tiempo para reivindicarse.
Dedos acusadores lo señalan de ser el responsable de amargarle la vida al numeroso pueblo blanco del olimpismo. Por una mala salida suya, el equipo más popular, el llamado REY DE COPAS, ha perdido la semifinal ante el vecino odiado: Motagua.
Pido perdón por mi error -diría NOEL VALLADARES, el portero cuyo error le costó al Olimpia una eliminación dura y amarga.
Este día estoy triste, pero sé que terminaré mi carrera con dignidad y orgullo -agregó.
Sin embargo, eso no lo salvó de convertirse en el villano del CLÁSICO DE LA CIUDAD. De poco o nada servían todas las tardes gloriosas en que sus atajadas le dieron victorias memorables y títulos de campeón al Olimpia.
Pues casi nadie le perdonaba que esa noche no saltara lo suficiente en un centro justo al área chica. Saltó, pero mal. Despegó los pies de la tierra, pero no lo suficiente.
No, no fue suficiente, y Kevin López saltó -él sí, lo suficiente-, para mandar la pelota al fondo de la guarida olimpista. Un error -y no otra cosa-, bastó para que las esperanzas blancas de ir a la final fueran tragadas por un Ciclón de color azul profundo.
Esa noche, NOEL VALLADARES hizo dos atajadas espectaculares que evitaron que la hinchada azul gritara GOOOOOLLLLLL, HIJOS DE SESENTA MIL MILLONES DE P”#$%&!””!!!!
Al final, eso no sirvió de nada… Porque así son las masas: olvidan rápido lo bueno y eternizan lo malo.
Porque así es también el fútbol: entroniza a los héroes y entierra a los villanos… al menos por un buen tiempo,
MARLON LICONA, por su parte, era todo lo contrario. Al minuto 86, cuando el marcador estaba 1-1, voló y con la punta de los dedos interceptó un disparo seco y fuerte que salió de la cabeza de Alberth Elis. Él también evitó que la hinchada blanca gritara GOOOOOLLLLLL, HIJOS DE SESENTA MIL MILLONES DE P”#$%&!””!!!!
Pensé que no llegaba a ese balón -diría Licona, convertido en el nuevo héroe de la ciudad.
Porque así son las masas en la otra cara de la moneda: no se olvidan con facilidad de aquellos que les dan alegrías y los convierten en héroes.
Porque en el otro lado de la moneda así es también el fútbol: todo honor, todo aplausos, todo la gloria para aquellos que ayudan a conseguir las victorias que con el paso del tiempo se convierten en recuerdos de leyenda.
Hoy, tres días después de ese CLÁSICO, estos dos porteros viven historias distintas,
Como toda ciudad del mundo, Tegucigalpa tiene sus héroes. MARLON LICONA es uno de ellos. ¿Hasta cuándo? Hasta que el destino lo decida… Porque en un CLÁSICO, un minuto, a veces un segundo, un error, una mala decisión bastan para ganarse el odio del público que hasta hace poco te amaba…