TE VOY A EXTRAÑAR, DIARIO TIEMPO

Hoy me vestiré de negro en señal de luto. Ha muerto uno de aquellos personajes de papel que durante muchas mañanas llegaban de un golpe a la puerta de mi casa.

¡Bam! –sonaba, y era la primera noticia en mi día.

En una bolsa estaban los cuatro periódicos: El Heraldo, La Prensa, La Tribuna… ¡Y TIEMPO!

El canillita lanzaba el paquete y al final de la semana cobraba. Y así fue durante muchos años.

Como millones de hondureños, yo comenzaba a leer los periódicos de la última página hacia adelante, porque generalmente -allá atrás-, estaba la sección de deportes.

Tenía nueve años y nadie me sacaba de la cabeza mi sueño de ser periodista…

A pesar de la edad, pero gracias a mi mentor (José Ricardo Pérez, el esposo de mi mamá), descubrí la guerra civil de El Salvador, a los Contras y al régimen sandinista, y el pulso frío entre la Unión Soviética y Estados Unidos.

Cada tarde, cuando él regresaba del trabajo, me explicaba lo que ocurría en el mundo, con excepción del fútbol, porque de eso no entendía ni jota.

En las páginas de los periódicos conocí, con el TIEMPO, a Roberto Suazo Córdova, a Álvarez Martínez (a quien odié), a Ramón Custodio (de quien sospecho tiene dos pares de huevos en lugar de uno), a los Cinchoneros y la toma de la Cámara de Comercio e Industrias de Cortés, el secuestro de Ramón Matta, la quema de la embajada gringa, la huelga de hambre de la madre de Roger González, de quien no se volvió a saber más desde aquella tarde de abril de 1988 en que fue capturado por militares “disfrazados” de civiles.

Ha tenido que ocurrir esta mala noticia del cierre de Diario TIEMPO para recordar cuánto hicieron los cuatro periódicos por mí, y, sobre todo, cuánto los he amado.

Tendrá que pasar mucho TIEMPO para que nos demos cuenta hasta dónde el cierre del diario de la familia Rosenthal es un golpe duro para la libertad de expresión y qué impacto tendrá en el periodismo hondureño.

Es muy prematuro para sacar conclusiones.

Pero no es una buena noticia…

Así que hoy lo compraré con una mezcla de tristeza y de rabia provocada por este momento tan difícil para muchos colegas y amigos que de un día para otro se quedan sin trabajo.

Pienso en Luis Chávez, a quien he llegado a admirar y a querer a través de los ideales que plasma en sus caricaturas; y en Óscar Flores Dubón, Bebeto, un tipo con un gran corazón que fue mi jefe en algún momento de mi carrera.

Debo reconocer que no compartía la reciente política de diario Tiempo de recurrir a imágenes sangrientas en un afán desesperado por aumentar el número de lectores, ya que esta versión en nada se parecía a aquellas páginas de los ochentas y noventas que me hicieron reflexionar y a soñar con una Honduras mejor.

Me vas a hacer falta, mi querido TIEMPO, a pesar de que la era digital poco a poco me ha ido matando la costumbre de pararme en una esquina para comprar los cuatro periódicos.

Así que esta vez no podremos aplicar aquel refrán de “Al mal TIEMPO, buena cara”… ¡Es imposible!

Tampoco vendrá un TIEMPO mejor…

Dice La Biblia que para todo hay TIEMPO, y a TIEMPO le llegó el momento de morir.

Y a mí el TIEMPO de vestirme de negro en señal luto, porque no volveré a ver a aquel viejo amigo que cada mañana llegaba justo a TIEMPO a la puerta de mi casa…